El 25 de diciembre de 1846, fuerzas mexicanas interceptaron a tropas estadounidenses que invadieron Nuevo México… pero un error en el toque de corneta para dar órdenes a la tropa provocó la descoordinación y que muchos murieran en el combate y otros hechos prisioneros
JUAN DE DIOS OLIVAS / ESPECIAL PARA LA VERDAD
La batallada de Temascalitos ocurrida en la Navidad de 1846 marcó para siempre el destino de la antigua villa Paso del Norte, hoy Ciudad Juárez.
En esa fecha, en un punto localizado a 35 kilómetros al norte de esta región, ubicado al lado oriente del Río Bravo, fuerzas mexicanas interceptaron a tropas estadounidenses que al mando del coronel Stephen Kearny invadieron Nuevo México.
Las milicias mexicanas, en su mayoría integradas por habitantes de Paso del Norte, buscaban impedir el avance de los invasores sobre territorio que todavía en ese momento pertenecía a México.
Liderados por el capitán Antonio Ponce de León, estuvieron a punto de obtener la victoria desde el primer ataque, pero un error en el toque de corneta para dar órdenes a la tropa provocó la descoordinación e hizo que las fuerzas fueran dispersadas, que muchos murieran en el combate y otros, entre ellos el cura Ramón Ortiz, hechos prisioneros.
Al día siguiente, los estadounidenses ocuparon Paso del Norte, se apoderaron de los molinos, confiscaron el maíz y el trigo y encarcelaron a líderes políticos y religiosos. También saquearon archivos y quemaron documentos para mitigar con ellos el frío.
Un mes después partían a la ciudad de Chihuahua, donde derrotarían nuevamente a tropas mexicanas para tomar después la capital.
Con estos reveses, se perdía de facto el actual estado de Nuevo México y se apoderaban de territorio chihuahuense.
Antes los norteamericanos ya habían anexado a Texas y provocado la guerra contra México con la finalidad de expandir su territorio.
Esas derrotas marcarían para siempre a la región del Paso del Norte al firmar México el tratado de paz de Guadalupe-Hidalgo, a través del cual cedió una gran extensión de territorio y se estableció la nueva frontera que dividió esta región tomando de limite el Río Bravo.
EL PADRE RAMÓN ORTIZ LLAMA A DEFENDER MÉXICO
Meses antes de la Batalla de Temascalitos (Brazito, para los estadounidenses), desde el púlpito de la Misión de Guadalupe, el padre Ramón Ortiz se dirigió a los habitantes de la Villa Paso del Norte congregados para escuchar misa, pero en esta ocasión fue para despertar su patriotismo.
Era un domingo del mes de junio de 1846. México acababa de ser invadido por las tropas de Estados Unidos por varios frentes –uno de ellos por la ruta del Camino Real-Tierra Adentro– y aquel sacerdote ayudaba a las autoridades mexicanas a organizar la defensa del estado de Chihuahua.
El sermón que escucharon los feligreses fue enérgico, suficiente para despertar el valor civil y lograr que los hombres se ofrecieran como voluntarios para combatir.
Ortiz haría lo mismo en la plaza y otros puntos de la comunidad hasta lograr juntar 380 reclutas, una cantidad importante teniendo en cuenta el tamaño de la villa,
Para entonces, una de las columnas del Ejército de Estados Unidos que invadió territorio nacional al iniciar la guerra que culminó con la toma del Castillo de Chapultepec, ingresó por el oeste con tropas al mando del coronel Stephen Kearny que arribaron procedentes de Fort Leavenworth para ocupar Nuevo México y California.
Los invasores llegaron a Santa Fe, donde no encontraron oposición. Pero a finales de ese mismo año, el 25 de diciembre, al avanzar sobre la antigua Paso del Norte para ocupar Chihuahua, enfrentaron resistencia entre los habitantes de esa villa.
El escenario del combate fue un punto utilizado como paraje de descanso por los viajeros que utilizaban el Camino Real.
Cuando el capitán Antonio Ponce de León recibió el mando de las tropas mexicanas establecidas en Doña Ana para enfrentar a los invasores, planeó la estrategia contra los estadounidenses.
El mando militar decidió no dar batalla abierta y esperarlos en Temascalitos, donde en los primeros minutos logró sorprender al enemigo.
Los estadounidenses, cuya fuerza consistía en 700 hombres sin ninguna pieza de artillería, acampaban en el paraje sin precaución, lo que fue advertido por Ponce, quien ordenó el ataque.
El capitán mandó formar en batalla situando la infantería en el centro, en el ala izquierda la compañía de Coyame y los escuadrones auxiliares provenientes de Paso del Norte, una parte de la milicia de Chihuahua, y en el ala derecha un piquete del segundo regimiento de caballería, en la compañía de El Norte, la de San Elizario y el resto de la de Chihuahua, dejando un obús a retaguardia.
Por su parte, las fuerzas estadounidenses se formaron en tres filas y fue entonces cuando los soldados mexicanos abrieron fuego y avanzaron, iniciando el combate.
El enemigo respondió al ataque, pero la primera fila se desordenó y se retiró al bosque a protegerse, mientras que sus oficiales se esforzaban por hacerlos volver.
Ponce mandó entonces tocar degüello, y aquel toque mal hecho fue interpretado por los soldados mexicanos como orden de retirada.
Fue el inicio de la derrota, advierte el mismo Ramón Ortiz en “Apuntes para la guerra entre México y Estados Unidos”, publicado en 1849 por Ramón Alcaraz y del que el sacerdote fue coautor.
“Una repugnancia invencible se experimenta al tener que referir hechos tan vergonzosos como los que vamos a describir, producidos por una ineptitud de tal manera inexplicable que al examinarlos instintivamente va a buscarse su causa oscura en la fatalidad”.
Tras describir la estrategia, el religioso relata el error que llevó a la derrota: “Ponce manda entonces tocar degüello y aquel toque ¡circunstancia inaudita! bien o mal ejecutado por la corneta, maliciosa o equivocadamente interpretado por la caballería ¡es la señal de retirada!
“El ala izquierda da media vuelta y la derecha contramarcha y de este modo se retira en el mejor orden en tanto que la infantería continúa batiéndose con el enemigo, que ha vuelto a ordenarse.
Ponce se muestra herido, llama al capellán en su auxilio; por tres veces manda tocar retirada a la infantería, que obedece a última y, dejando el mando al capitán Carbajal, se retira del campo”, escribe.
“Así por tan inesperados medios, la Providencia descargó sobre nosotros ese nuevo golpe, pero, como en todas ocasiones, dejó para siempre marcados a los responsables de nuestras desgracias”, relata Ortiz.
Los invasores consolidaron su avance por el territorio mexicano gracias a sus victorias durante 1846 y 1847. Luego vinieron las batallas que abrieron camino a la Ciudad de México: Padierna, Churubusco y Molino del Rey, hasta conseguir la rendición de la capital del país.
El 13 de septiembre por la noche ondeaba en Palacio Nacional la bandera de Estados Unidos y meses después, en febrero de 1848, se firmaba el tratado de Guadalupe-Hidalgo, consolidando la pérdida de poco más de la mitad del territorio nacional.