La ciudad subterránea, situada en una de las zonas más áridas de Australia, no prescinde de todo lo necesario para vivir, desde agua hasta internet.
La ciudad subterránea por antonomasia es un auténtico reclamo turístico, a pesar de que pocas guías la incluye entre sus destinos imperdibles. Cada año la visitan unas 150 mil personas que se cruzan medio Australia para alcanzar sus lindes. Situada a algo más de ocho horas de trayecto en carro desde la ciudad de Adelaida, Coober Pedy está considerada como la capital del ópalo, una piedra semipreciosa de gran valor, llamativos colores y composición única que se emplea, sobre todo, en la industria joyera para la creación de piezas de ensueño que pueden alcanzar perfectamente los 20.000 dólares.
El mineral se encontró por primera vez en el subsuelo de Coober Pedy en 1915. Desde entonces, este punto remoto del planeta es el principal exportador de ópalo del mundo. La fiebre que generó su extracción a finales de la década de los 90 ha convertido a esta pequeña ciudad enclavada en medio de la nada en una especie de luna, repleta de cráteres, huecos y cientos de miles de pozos. Coober Pedy es lo más parecido a un queso cheddar. Su nombre deriva del término aborigen ‘kupa-piti’, que significa ‘Agujero del hombre blanco’, en clara alusión a la llegada de los ‘exploradores’ atraídos por la extracción del ópalo cuyo desembarco ayudó a configurar una de las ciudades más extrañas y enigmáticas que existen. En la actualidad, la extracción del exclusivo mineral está en manos de grandes compañías australianas e internacionales.
La llegada masiva de personas azuzadas por el sueño prometeico de enriquecerse provocó una escalada de la población sin precedentes. A esta afluencia hay que sumar las temperaturas extremas que caracterizan el interior de Australia, donde se localiza Coober Pedy. Temperaturas que pueden alcanzar perfectamente los cerca de 50 grados de máxima a la sombra durante el día y los menos dos de mínimo durante la noche. Las precipitaciones en el lugar son mínimas y la vegetación, escasa. Los pocos árboles que se alzan aquí y allá no dan abasto para dar cobijo a tanta gente. Estas condiciones nada apetecibles fueron el detonante para que la ciudad comenzara a extenderse en las entrañas del subsuelo. A día de hoy, el 75% de la población vive en casas subterráneas con acceso a agua corriente, electricidad, aire acondicionado e internet. Nada que envidiar a las viviendas que se construyen en la superficie. Al menos que se padezca de claustrofobia, claro.
Un entramado de pasadizos y túneles conecta los hogares de Coober Pedy y el resto de grutas que comprenden la ciudad y que abarcan desde tiendas, restaurantes, cafeterías, museos, hoteles de lujo e, incluso una iglesia de confesión ortodoxa a pleno rendimiento. Ingresar en esta urbe sacada de la más ingeniosa de las mentes es como sumergirse en una realidad posapocalíptica, donde la vida ya no es viable en la superficie y hay que buscarse los modos de sobrevivir bajo tierra. En las profundidades y alrededores de Coober Pedy se grabó en 1985 la película ‘Mad Max 3: beyond thunderdome’, protagonizada por Mel Gibson y Tina Turner. Una localización perfecta para recrear un mundo devastado por una guerra nuclear donde los escasos supervivientes que no habitan en Negociudad tratan de sobrevivir a la dureza del exilo en el inhóspito desierto.