• La vida está llena de ingredientes que, sabiéndolos combinar, la pueden convertir en un festín. De hecho, en la Biblia se compara el Reino de los Cielos con un gran banquete al que todos estamos invitados. •
La vida está llena de ingredientes que, sabiéndolos combinar, la pueden convertir en un festín. De hecho, en la Biblia se compara el Reino de los Cielos con un gran banquete al que todos estamos invitados. Por lo tanto, preparar y ofrecer los alimentos representa un acto de amor y de servicio que, además, es también una obra de misericordia porque se da de comer al que tiene hambre. Estos elementos de amor, servicio y misericordia, se pudieron constatar en la vida y obra de la hermana Florinda Ruiz, que se dio a conocer y se hizo temporalmente “famosa” en la primera edición del reality Master Chef México, aunque su finalidad nunca ha sido la fama. Y esto se comprueba porque, de los 67 años de vida que Dios le ha concedido, ella ha dedicado la mayoría a ofrecer su mejor trabajo ante el más grande juez, por quien decidió ser religiosa y por quien cocina para ayudar a los seminaristas de Puebla en su formación sacerdotal.
Florinda no solamente ha heredado la fe que profesa con orgullo sino, también, la creatividad de las religiosas mexicanas que son capaces de hace verdaderos milagros, como los que hicieron las del siglo XVI y XVII que convirtieron lo que algunos consideraban “basura” en verdaderos manjares. Recordemos que, en aquel tiempo, la mezcla que los constructores utilizaban para el aplanado o reboque de las paredes incluía clara de huevo, por lo que los maestros de obra solían utilizar este elemento, pero tiraban a la basura cientos o miles de yemas. Considerando esto un terrible desperdicio, las religiosas buscaron la forma de aprovechar las yemas y, así, combinando este elemento con leche, azúcar, canela, almendra, coco, cacao u otros ingredientes, crearon una gran diversidad de platillos y postres. Así, convirtieron un desperdicio en una dulce alegría.
En estos días, muchas religiosas sufren situaciones difíciles y tienen que crear y “cocinar” diversas recetas para enfrentar todo tipo de dificultades. La hermandad de las hijas de la Pasión de Cristo y María Dolorosa no era la excepción y, la construcción de una escuela para dar un mejor servicio las llevó a tener una deuda de siete millones de pesos. Ante esta situación, la hermana Florinda no se contentó con tronarse los dedos, sino de acuerdo a la parábola, tomando en cuenta sus talentos, decidió invertirlos para ver si podía obtener alguna ayuda para enfrentar la deuda. Con la aprobación de sus superiores se presentó con los organizadores del reality con un sencillo postre de chayote, una receta tradicional de su convento. Y, ya dentro del concurso fue mostrando que, su amor por su vocación y el servicio, le permitía crear salsas especiales para acompañar los platillos, como la inigualable salsa de oración con la que adereza todas sus acciones a lo largo del día.
Pasaron las semanas y, cuando concluyó el concurso muchos televidentes tuvieron la convicción de que ella es una verdadera triunfadora. Quizás no ante los jueces de cocina del concurso o ante ciertos criterios humanos, pero sí, ante una sociedad que anhela modelos de vida y que necesita revalorar la vocación de muchas religiosas que, en forma humilde, fuera de cámaras, en forma sencilla pero amorosa, ayudan a darle sabor al caldo de la vida.
Seguro que en su mente tienen muy clara aquella petición de su principal chef: “Sean sal de la tierra”. Por ello no sólo felicitamos a la hermana Florinda, sino también nos sentimos orgullosos por el testimonio de vida que ha dado en la televisión y en las redes sociales. P. José de Jesús Aguilar
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