La primera referencia escrita sobre los mansos la hizo el explorador Antonio de Espejo, en enero de 1583, viajando por el río Bravo :
“Encontramos un gran número de personas que viven cerca de algunas lagunas por en medio de las cuales el Rio del Norte fluye (…). Salieron a recibirnos (…). Cada una de ellos nos trajeron un regalo de mezquite y frijol (…) .
En 1630, un sacerdote español describió sobre los mansos:
“…Personas que no tienen casas, sino estructuras hechas de madera, y no siembran . Ellos no se visten de algo en particular, pero todos están desnudos y solo las mujeres se cubren de la cintura para abajo con pieles de ciervo… “.
Y agrega:
“La nación de los indios mansos es tan bárbara e inculta que todos sus miembros van desnudos; aunque el país es muy frío, no tienen casas donde habitar… ”.
III
Los nativos, que tenían una base temporal en el río, entre El Paso y Ciudad Juárez, eran capaces de resistir los embates de la naturaleza con técnicas de caza y recolección de frutos. No eran guerreros, lo que los hacía vulnerables a los ataques de los militares españoles .
Esta condición, débil para la guerra, propició que los indígenas aceptaran los intentos de Fray García de San Francisco de evangelizarlos . Llevaba ya siete años en esfuerzo sin resultados positivos; el sacerdote los protegía contra el gobernador, quien se oponía a un nuevo asentamiento humano.
En 1652 el fraile cruzó las aguas del Bravo con la cruz por delante -antes ya había llegado la espada-. Seguía un trazo opuesto a la corriente de agua como indicativo del rumbo más alto de la zona. La encontró, justo en la convergencia de las avenidas Vicente Guerrero, 16 de Septiembre y Mariscal .
Desde este punto alto, en esa colina, desde donde se podía ver una pequeña meseta que abarcaba el primer y segundo cuadro de la ciudad. En la tierra fértil, irrigada por agua de lluvia, la del desborde del Bravo y la del deshielo en el fin del invierno, el sacerdote levantó el templo hecho de troncos, paja y adobe recubierto con zacate.
El nombrado Paso del Norte por Juan de Oñate, cambió a Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de los Mansos del Paso del Norte por decreto del fraile, el 8 de diciembre de 1659 . Ahí nació una pequeña comunidad agrícola de 4 mil miembros.
Ciudad Juárez: la llegada de la agrícultura a Paso del Norte
El franciscano enseñó a los conversos las artes de la agricultura, el cultivo de la vid, de la que producía vino; del cuidado y cosecha de hortalizas y frutos como el manzano y el membrillo, actividades que reprodujeron el sistema económico, mediante el cual se sostenía a la iglesia y a los pobladores.
Las parcelas de cultivo se extendían hasta la calle Ramón Corona . En la época era un largo camino serpeante que desembocaba en el río Bravo . Ahí convergían los habitantes con la llegada de las caravanas que transportaban mercancías rumbo a Nuevo México por el Camino Real.
Justo en ese punto se producían con frecuencia enfrentamientos de los habitantes con los militares españoles, comandados por el entonces gobernador Bernardo López Mendizábal. Se oponía a la misión de Paso del Norte y rechazaban el proceso de asentamiento pleno .
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Por esos conflictos con la autoridad colonial, Fray García apuró la fecha de decreto de la misión al 8 de diciembre . Justo en la cercanía de la ceremonia del 12, día en que se celebraba a la Virgen de Guadalupe en el centro del virreinato.
Con el “Yo nombro y dedico esta santa iglesia y conversión de la santísima Virgen de Guadalupe con el citado nombre de…” quedó sellado el pacto fundacional de la ciudad; “…por testigos al cielo y la tierra y a todos los ángeles que están presentes como guardias… ”.
“Bernardino Gualtoye, Antonio Guilixigue, Antonio Elogua, Juan Azoloye, Francisco Tzitza y Felipe Quele, cristianos del pueblo de Senecú, compañeros partidarios que descendieron conmigo”, así quedó plasmado el nombre de los testigos en el acta de fundación.
Ciudad Juárez: la primera piedra de la Misión de Guadalupe
En 1662 Fray García bendijo la primera piedra simbólica que forma parte de los cimientos de la nave religiosa en una ceremonia breve. Para este tiempo se tenía el primer Gobierno civil a cargo del alcalde mayor y capitán de Guerra de la Jurisdicción de Paso del Norte, Andrés López de Gracia.
El templo se terminó de construir en 1668, y se aceleró la cristianización con sus sacramentos y de la adopción plena de la cultura colonial ; en este año se celebraron 100 matrimonios y, de forma paulatina, los exmansos renunciaron a su lengua, probablemente uto-azteca, tanoan o atapascano.
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Mientras la vida cotidiana en la villa Paso del Norte transcurría entre la agricultura, el comercio y la tradición religiosa, otras partes de la región se producían sublevaciones. Entre estos movimientos destaca el del indio Popé, que terminó por las armas en el mando del gobernador de Santa Fe, Diego de Vargas.
De Vargas, madrileño de nacimiento y premiado con su cargo por el rey Carlos II, inauguró en 1685 en Paso del Norte el Presidio de Nuestra Señora del Pilar y de San José . Nombró como primer alcalde mayor del rey a José María Gracia.
La burocracia colonial civil del nuevo presidio despachó en las instalaciones del Centro Municipal de las Artes (el CMA), ubicado a espaldas de la misión. El edificio se convirtió en la presidencia municipal hasta la mudanza a la unidad administrativa Benito Juárez; en noviembre del 2000, el sitio se convirtió en centro artístico.
Las disputas que llevaron a Paso del Norte a quedar en Chihuahua
Luego de una disputa territorial de la región, entre Nueva Vizcaya y Nuevo México, en 1823 se dividió en dos provincias: Durango y Chihuahua; en esta última quedó Paso del Norte. Un año antes el pueblo había festejado la Independencia de México.
Con el México independiente llegó la invasión de Estados Unidos, con resultados de la anexión de la mitad del territorio del cual pertenecía Texas. Al llegar la resolución del conflicto, el 2 de febrero de 1848, Paso del Norte quedó de lado mexicano.
IV
Entrado el siglo XVIII, Paso del Norte tuvo un fuerte impacto: un pequeño carruaje negro y sobrio, con huellas de guerra, escoltado por soldados republicanos a caballo, entró al pueblo la mañana del 14 de agosto de 1865. Había llegado el presidente Benito Juárez .
Había un calor seco y picante cuando el coche ingresó por una de las veredas que corrían paralelas al río Bravo, levantando una fina cortinilla de polvo con tonos dorados, entre pastores que cuidaban sus rebaños de ovejas.
Los “¡Viva Juárez!” “¡Viva Juárez!” de hombres y mujeres que en ese momento cuidaban del maíz y del algodón recibieron al carruaje donde se transportaba la república itinerante . Iba custodiada por los grandes liberales, Juárez, Guillermo Prieto y Vicente Riva Palacio, entre otros.
Ya para estas horas de la mañana el gentío no cabía en la calle que daba a la entrada del poblado donde estaba la caravana, un testigo en el lugar escribió de Juárez:
“Su porte era el de un caballero pulcro y sabio, lleno de soltura y dignidad (…). Su voz era baja y agradable como pesando la impresión de sus palabras. La indumentaria era la de un ciudadano presidente y, desde el punto de vista americano, impecable -levita negra de paño ancho, chaleco de lino blanco, guantes blancos, calzado pulido- (…). El traje ajustado perfectamente al cuerpo robusto… ”.
Ciudad Juárez: “Refugio de la libertad, custodia de la República”
Esta visión respondía a la imagen del héroe popular, por la dimensión de su hazaña, pero no era así : a Juárez le mordían los talones el ejército imperial de Francia y venía de Monterrey agotado y sin dinero. El caudillo Santiago Vidaurri lo había intentado matar, en un acto de traición a los liberales.
Los batallones franceses tenían sitiada la ciudad de Chihuahua y venían en camino siguiendo el repliegue de Juárez al último rincón de la patria, un trozo de tierra que tenía como final el Bravo . Más allá estaba Estados Unidos, a donde se negó a cruzar porque tenía conciencia que -de hacerlo- la resistencia contra la invasión estaría terminada. El símbolo de resistencia era poderoso, ya estaba en el imaginario colectivo.
Pese a los peligros de la guerra y del desgaste físico por su travesía, el presidente Juárez no perdió nunca la alegría. Participó en los diversos festejos de Paso del Norte, con maratónicos bailes de polka, sarao y cuadrillas .
Los combatientes, con tácticas de guerra de guerrillas lograron frenar el avance de los militares franceses, hasta revertir la correlación de fuerzas y hacerlos replegarse hasta el sur del país, en donde finalmente fueron derrotados . Maximiliano y los principales traidores fueron fusilados.
Otra etapa en el flujo imparable de la historia se inició 23 años después: En 1888 la original Paso del Norte recibió el nombre de Ciudad Juárez, en honor del benemérito de las Américas. El 8 de diciembre, el refugio de la libertad y custodia de la República festeja 361 años de historia .
*Darío Óscar Sánchez Reyes, cronista. “El legendario Paso del Norte orígenes”.
*Martín González de la Vara. “Breve historia de Ciudad Juárez”.
*Pedro Siller, escritor.
*Armando B. Chávez. “Historia de Ciudad Juárez”.