¡Chispitas para todos!
La historia tras la carcajada, Ciudad Juárez— a través de redes sociales se reportó la muerte del payaso Niko Liko a la edad de 81 años. El usuario Rodolfo García
Hacer reír a los niños es su trabajo. Algunos con esta tarea han hecho historia en la ciudad como Niko Liko, un personaje inherente en la memoria de muchos juarenses que ahora siendo adultos aún lo recuerdan.
Cuando las luces del escenario se apagan y la vida vuelve a tomar su ritmo cotidiano, los payasos, personajes encargados de llevar la alegría a las fiestas infantiles, vuelven de sí mismos y muestran su rostro, aquel profundo que se oculta de siempre bajo un colorido maquillaje con una sonrisa perenne.
Algunos como Niko Liko, prácticamente han desaparecido del ambiente artístico y es poco lo que se ha logrado saber de su carrera luego de su salida de la televisión. Sin embargo, pese a las vicisitudes en su intimidad, a muertes irreales o falsos declives, un hecho innegable es la permanencia emotiva que remite el ex conductor animador enmascarado, cuyas incursiones en la televisión dejaron huella indeleble en la memoria de generaciones de juarenses, pero, además, abrieron la puerta para que otros nuevos payasos pudieran exponer su talento de forma masiva.
Los payasos a la par que buscan hacerse un lugar en el corazón de su auditorio, tienen que dedicarse a otros oficios, hasta que su profesión de artistas les logra generar el sustento para sus familias. Sin llegar a ser regla, hay algo que caracteriza a las personas que se decidieron a trabajar como payasos, cuando por vez primera pisaron un escenario: La espontaneidad.
Su incursión en la profesión de la carcajada llegó de manera tan inesperada que aún ellos mismos se sorprenden de haber salvado la función con nervios, logrando el éxito que dio un giro en sus vidas. En algunos casos, la popularidad los ha llevado más que a alcanzar fama, a colocarse dentro de la memoria colectiva en la sociedad fronteriza.
¡Niko Liko en persona!
Encontrar a Antonio Gaytán en la colonia Infonavit Casas Grandes es igual de complicado que aventurarse a buscar una aguja en un pajar. De los pocos vecinos que transitan por la calle Isidro Favela ni uno solo sabe de su paradero.
Sin embargo, al mencionar dos palabras: Niko Liko, provocan en el rostro de las madres y padres de familia del sector, un inigualable gesto que evoca a los años de infancia ¡Niko Liko!
De inmediato apuntan a la vivienda pintada de color verde limón con un barandal blanco, donde el sonido de las caricaturas de la barra de entretenimiento infantil se escucha predominante en esa calle, en el silencio placentero de una tarde cualquiera de abril.
En el interior del domicilio, Antonio Gaytán se encuentra recostado en el sillón de su sala, viendo el televisor. A sus 64 años de edad, todavía conserva la energía suficiente para recibir a sus visitas sean o no conocidos, con bromas y juegos verbales.
«¡Buenos días, buenas tardes, buenas noches!” Se escucha desde la estancia una voz enronquecida, entretanto se va acercando a la puerta de entrada a la vivienda, donde hace un alto, para cuestionar el motivo de la inesperada visita.
Luego de intercambiar algunas palabras con desagrado, tras el mosquitero de la puerta que no permite ver su rostro, señala que no quiere saber nada más de la propaganda a una imagen que llegó a incrustarse en el corazón de varias generaciones de juarenses.
Minutos después, Gaytán abre su puerta, sin más máscara que las arrugas y el encanecimiento que le ha otorgado el tiempo a su fisonomía, para asegurar que ese es el verdadero Niko Liko, sencillo, pero sin haber caído todavía en la decadencia.
A 12 años de su salida de la programación televisiva y a siete de su retiro del mundo de las cámaras y los foros, Antonio Gaytán, mejor conocido por miles de juarenses como Niko Liko, observa en retrospectiva los 19 años de la carrera que inició de una forma tan tempestiva como llegó a su final.
En un ir y venir de pasos apresurados, como cuando se encontraba frente a la cámara conduciendo el programa que por 19 años ocupara el horario estelar de entretenimiento infantil en el XEJ canal 5 local, Gaytán medita en el jardín frontal de su casa, antes de comenzar a hablar sobre el origen de la creación del personaje que le inmortalizara en la memoria del colectivo fronterizo.
Aunque su arribo a la XEJ tuvo lugar en 1954, a la edad de 14 años como ayudante, fue hasta el año de 1973, cuando la necesidad de llenar los huecos en la programación le llevó a ser considerado uno de los payasos consentidos de los juarenses.
Ocurrió que previo a su debut, la barra infantil se encontraba a cargo del payasito Binbón, quien además de entretenedor en el lado juarense, fungía como ayudante del popular Bozo, en la vecina ciudad de El Paso. El éxito de Binbón no se hizo esperar entre los chiquillos fronterizos, sin embargo, el elitismo y la tardanza para llevar a cabo sus presentaciones, fueron un factor determinante para que dejara la televisora.
«Ese era un payasito que se pintaba, pero pos duraba una hora pa’ pintarse, una hora de su programa y una hora para despintarse, tres horas, a él como que no le convenía, aparte siempre como que fue un payasito muy elitista, no abría la puerta para que entrara la gente a convivir, sino que él tenía un directorio telefónico y le hablaba a puras personas nice», recuerda Gaytán.
Se trataba de hijos de licenciados, doctores y gente acaudalada de la región, por lo cual el foro apenas alcanzaba a tener una asistencia diaria 6 u 8 niños, quienes diariamente se hacían merecedores a premios considerados fascinantes como canastas de básquetbol, triciclos, bicicletas.
Por ende, los regalos movían la ilusión de cientos de pequeños en la localidad, que infructuosamente buscaban entrar a las instalaciones del canal, negándoseles en la mayoría de los casos el acceso al foro, esto, por instrucción del payaso conductor.
«Pero como los que estaban adentro era puros niños ricos, decían con desinterés todo esto ya lo tengo, ya a qué voy, y ya no acudieron a su llamado. Entonces Binbón ya se aburrió y se fue», apunta.
Del Binbón que se fue al bombín olvidado
Al marcharse para siempre, Binbón olvidó un sombrero rojo que utilizaba para hacer concursos entre los infantes, gorro que, sin saberlo, formaría parte de la historia. Ante el vacío dejado por el payaso, Pedro Meneses Hoyos, director general de la XEJ, busca la manera de llenar el hueco, y es a través del consejo de su gerente, que las miradas se dirigen hacía Toño, el portero de la estación.
«La gerente dice, ¿sabe qué? ponga a Toño, porque él le tiene mucha atención a los niños. Pero no era tanto eso. Es que a mí me desesperaba que había como 150 ó 200 niños afuera del canal golpeando la puerta gritando ¡Déjenos entrar, nosotros también tenemos derecho!, ¡Como somos pobres no nos dejan entrar!», menciona.
«Como el programa (de Binbón) era muy visto, entonces yo disimuladamente y sin ningún permiso abría la puerta y ahí va toda la chiquillada para dentro y entonces se le llenaba a Binbón y no sabía qué hacer, entonces suspendía las transmisiones», añade.
El inusitado llamado por parte de la alta gerencia de la televisora, llegó a Gaytán con una profusa emoción, pero también, como una de las mayores encrucijadas en su vida laboral.
Para explicar mejor las cosas, Antonio Gaytán pide un momento para ingresar a su hogar donde a los pocos segundos, en uno de los cuartos de fondo, se escucha un constante movimiento de cajas y cajones de buró. Minutos después un Gaytán sonriente y orgulloso carga en sus manos el atuendo que por años le guardó la identidad.
Dos ganchos ocupados por igual número de sacos rojos brillantes con vivos amarillos, son colocados por su mano derecha en el barandal del jardín, mientras que con la mano izquierda, carga el sombrero y la máscara del otrora ídolo infantil.
«Entré con esta máscara al aire porque Don Pedro dijo, mira tú trabajas aquí, vas a tardar tres horas en hacer lo mismo que este señor, así que mándate hacer una máscara con una sonrisa de payaso, así cuando llegue la hora del programa te la pones y cuando termine el programa te la quitas y ya te integras al trabajo normal», indica.
La de Niko Liko es una máscara firme, no tiene más expresión que el movimiento que le da con la cabeza, la voz y los ademanes. El antifaz no es el común como el de los payasos que abren una boca grande, que mueven las orejas o se arrancan la nariz, por lo que el trabajo requería además de todo, astucia para lograr cautivar un auditorio dolido y a la espera.
Mientras explica lo anterior, la máscara original, algo maltratada por el tiempo, yace sobre el asador que se encuentra al centro del jardín, como si se encontrara posando o mejor aún, como si se jactara por glorias pasadas.
«En sí, yo nunca me califiqué como un payaso, sino que la gente decía vamos a ver al payasito Niko Liko, pero yo nunca me califiqué así, porque el payaso hace malabares, echa maromas, se da pastelazos y cosas por el estilo», aclara.
«Niko Liko era un personaje, me dicen si no es un payaso entonces ¿qué es? Yo les decía, no soy un payaso, soy Niko Liko, pero Niko Liko ¿qué es? Niko Liko! Es un personaje, malo, bueno, feo, es un personaje como ustedes lo quieran ver y así lo manejamos siempre, por eso es por lo que siempre fue el mismo disfraz», enfatiza.
«El señor Meneses me dijo mándate hacer una máscara con una sonrisa de payaso, yo fui y mandé hacer esa máscara, pero resulta que esta máscara era la única, no había más atuendo y luego le dije a Don Pedro qué ¿a poco voy a salir como estoy? No, ahorita verás, tráigame un saco de los míos, y entonces me trajeron un saco gris al que le puse una banda verde», recuerda.
El sombrero al igual que la máscara de Niko Liko siempre ha sido el original. Por esta razón es que ahora luce golpeado, pese a las decenas de restauraciones con papel, engrudo y aerosol que le ha hecho.
«Se lo ha llevado el aire, se han sentado en él, pero como verás este sombrero está reconstruido a base de laca y de papeles, este sombrero fue una donación, precisamente del payasito Binbón, ese sombrero lo utilizaba él para la cuestión del sombrero musical, cuando se fue lo dejó, ¿y pos qué hago? Que lo agarro y me lo pongo, la señora Meneses me mandó una peluca y pos así mero, con eso la hice», menciona.
El atuendo final, el saco rojo con vivos amarillos, fue un obsequio de una señora que vendía objetos antiguos, prenda a la que antes de deteriorarse tuvo la oportunidad de mandarle hacer varias copias. A manera de ejemplo, Gaytán justifica que la permanencia de su atuendo obedeció más que nada a razones de identificación. A diferencia de los payasos, él se encontraba en una posición que lo equiparaba a los súper héroes o personajes míticos.
«Vamos a suponer malamente, si Superman se hubiera cambiado de colores, de botas, de letras, de esto o del otro ya no sería identificado como Superman, sería quizás un súper héroe, pero ya no Superman, tal vez así en esta forma es Niko Liko, si yo me cambiaba diferente ya no era Niko Liko, es alguien que tiende a ser un payaso, pero no lo es», reitera.
Aunque ya contaba con la indumentaria, Antonio Gaytán todavía guardaba sus reservas para aparecer en la pantalla chica, pero fue el ultimátum del propietario de la estación, la que dio » la patadita de la buena suerte» a su carrera como animador.
«Yo nunca había estado en la televisión ni siquiera mandando un saludo ni nada, nada de nada, me hice tonto como tres días, le estaba sacando la vuelta a lo del programa pero que me agarra el señor Meneses y tómala que me suelta un ¿qué pasó, vas a hacer el programa o no? Era el año 1973, las maquilas todavía no se afianzaban del todo como una alternativa laboral, por lo que había que conservar el trabajo a como diera lugar”, comenta.
«Se puso canijo, entonces pensé ¿o hago el payaso o qué? Pues mejor vamos a hacerlo, ya me metí y bueno qué puedo decir, no había mejorado mi forma de hablar, cometía – y todavía cometo muchos errores al hablar y todo eso, es más cometo errores ortográficos hasta hablando no nada más escribiendo, pero bueno así le entré», apunta.
Al inicio el programa tenía una duración de 30 minutos, en los cuales nada más se requerían tres minutos de su intervención: Un minuto para saludar, un minuto para cuando llegaban los cortes de las caricaturas y otro minuto para despedir el programa.
«Eso era todo lo que tenía que hacer, pero en cada minuto pasaban cosas tremendas, era como un temblor interno y ni siquiera tenía la conciencia de que estaba hablando mal, me sentaba y hablaba, pero después los compañeros de trabajo que estaban más leídos y ‘escrebidos’ me decían: no se dice ‘pieses’ se dice pies, no se dice » mamases» se dice mamás», recuerda Antonio.
Si bien acepta que su chusca carencia de léxico le llevó de alguna forma a ganar auditorio, lo inusitado de su imagen también le generó pocos padres de familia amistosos.
«En los primeros quince días casi no se movió el asunto, pero luego empezaron a llegar unas cartas donde me escribían: ‘Oye por qué no te vas a quién sabe qué, ‘Tú eres un esto’, ‘Asustaste a mis hijos, hijo de tu’, ‘¿qué eres un zorro o qué?’, como que el personaje no era muy de su agrado, entonces claro que todas esas cartas yo no las leía al aire», revela.
«Un día llega una carta de una niña, no me acuerdo quién era, pero decía: Niko Liko, te quiero mucho, mira aquí te dibujo mi casa, la tradicional con techo de dos aguas. Me acuerdo mucho de ella cuando veo las calcomanías que ponen en los carros atrás, allí me decía este es mi papá, mamá y estos mis hermanos y así se me hizo muy bonito detalle y la mostré al aire chuleándola», rememora.
Como resultado, a la siguiente semana eran diez, quince, veinte cartas, hasta que llegó a juntar una caja de dibujos. Tales manifestaciones de los infantes llegaron a ocupar toda el área del escenario en el canal cinco, que quedó tapizada con los dibujos.
«Me iba de uno en uno mencionando quiénes los habían mandado, llegué a pedir la ayuda de maestros de escuela para que los calificaran, haciéndolo con gente que tuviera un conocimiento y opinara sobre ellos», agrega.
Y las puertas se abrieron para todos
Transmitido en el horario estelar vespertino, el show de Niko Liko consistió en una emisión de diversión a base de caricaturas, presentación de niños, jóvenes y adultos que tenían aptitudes artísticas diversas. A partir de sus primeros programas, a mediados del año 73, las puertas al foro principal de Canal 5 jamás volvieron a cerrarse para las personas de condición social humilde.
Niko Liko salía al aire de lunes a viernes. Por un lado, el personaje frente a las cámaras entretenía a las familias que acudían al estudio y que seguían la programación vía televisiva. Por el otro, se encontraba Antonio Gaytán haciendo las veces de camarógrafo, animador, promotor y levanta cables, ya que hubo ocasiones en las que nadie más le acompañó para llevar a cabo la emisión.
«Cuando por alguna suspensión del programa, ya sea porque me quedaba sin gente, sin cámaras o sin micrófonos, cuando me quedaba imposibilitado para hacer el programa, me daba mucha lástima que llegaban, por ejemplo, una familia con cinco o seis de familia bien bañaditos, de ésos que ves que son pobrecitos y que sabías que habían pagado su ruta desde las colonias más alejadas para ir», dice.
«Me dolía mucho, pero afortunadamente siempre fui socorrido por los comerciantes y unos me daban juguetes, otros pases para ir a comer, me daban pasteles, entonces lo que hacía era que si no había emisión les rifaba todo lo que habíamos conseguido. A las personas que veía que se habían esmerado les hacía la pala y órale, ahí le va, se les dibujaba una sonrisa», añade provechoso.
Pero además de cumplir con la diversión, el programa tomó un matiz de servicio social al cual acudían personas provenientes de otros estados, solicitando auxilio para localizar a sus parientes.
«Dábamos un servicio social gratuito para encontrar gente, pasaportes, documentos, objetos, hasta animales, había quien nos llamaba y decía oiga se me perdió un burro, un caballo, cosas así», menciona.
«A mí me daba mucho gusto ese tipo de servicio porque para ese entonces venía mucha gente recién llegada de Zacatecas o de otros estados del sur, que cuando lo necesitaban les empezaba a sacar a la gente que conocían, a las familias que tal vez estuvieran viviendo por acá, para que alguno lo pudiera llevar a donde los suyos», para beneplácito de Niko Liko, siempre que terminaba el programa, ya había cuatro o seis personas para llevarse al recién llegado.
«Muchos me criticaban que yo hacía un programa vacío, porque no aportaba cultura. Cierto que Niko Liko presentaba muchos niños sin cultura, sin conocimientos, por el solo hecho de que salieran en la tele enviando saludos, y ya llegaban casi como ídolos a la colonia a la que enviaban sus saludos, pero me acusaban de que no había nada interesante», expresa.
En tal contrariedad, Gaytán reconociendo sus limitantes, recurrió a las instituciones de la localidad para participar de la emisión, acudiendo grupos enteros desde kinder hasta universitarios, quienes se encargaban de dar al programa un toque educativo.
«Yo me preguntaba y cómo me meto a la cuestión cultural si yo no sé de pintura, allí fui aprendiendo historia, geografía, algunas cosas, no estudiando sino más bien asimilando el conocimiento de donde me venía, ¿qué hacer? Bueno vamos a ofrecerle al público cultura de quienes la saben hacer», apunta.
Desde el punto de vista del animador, a partir de entonces el programa se volvió completo ya que había la diversión de los payasos, bailarines y cantantes, pero también se había complementado con la adición del aspecto artístico cultural que sirvió no solamente para apaciguar los comentarios adversos, sino para dar una alternativa a los adolescentes.
«Un gusto que me daba era cuando hacíamos los concursos del break dance, se nos ponía repleto el estudio, la satisfacción mayor era porque al terminar el programa cada quien por su lado en paz, porque eran enfrentamientos artísticos que saciaban sus energías», refiere.
Las caravanas de Niko Liko
Paralelamente a lo que acontecía de forma cotidiana en el programa, surgieron las caravanas artísticas, Niko Liko dice que estás tuvieron su origen precisamente en la necesidad de acercar la diversión a las personas que no podían acudir al espectáculo.
Constituidas con payasos, cómicos, grupos de baile, cantantes e imitadores, las caravanas se presentaban cada 15 días en la ciudad, pero cada cierto tiempo se realizaba una en un margen de los 150 a 200 kilómetros alrededor de la ciudad, en la que iban recorriendo poblados como Samalayuca, Entronque de Palomas, Palomas, Villahumada.
De estas presentaciones nacieron figuras de la carcajada, como los populares payasos que salieron de su emisión: Canelita, Sifón y Tiliches, entre muchos otros. Niko Liko recuerda que al inicio lo acompañaban como 12 personas en su equipo de entretenimiento, pero era tanta la aceptación que llegaron a viajar hasta 52.
«Así ¿tú crees que se nos iba a quedar una feria para nosotros, para mí pues? No era ningún negocio, pero era una convivencia padre», asevera.
Cuando se hacían viajes más largos se llegaba a Ascensión Janos, Casas Grandes y San Buenaventura, e incluso a lugares como Gomes Farías, Nicolás Bravo, La Mesa del Huracán y Madera.
Se acaba el programa
Gaytán nuevamente entra a su casa, mientras el viento hace revolotear su atuendo colgado en el barandal del jardín. A su regreso carga bajo su brazo un par de reconocimientos que le fueron entregados, uno de ellos por su labor social a los 15 años del programa. Pese a los reconocimientos, al llegar al año 1992, un día, simplemente, Niko Liko dejó de trasmitirse.
«Antes de que cumpliéramos los 20 años me habla Don Pedro Meneses y me dice, sabes qué, va a terminar el programa de Niko Liko».
«A mí me gustó siempre el personaje, pero en ese momento no sentí ninguna desilusión ni me sentía apasionado con el programa, lo tomé tranquilamente», recuerda.
«Lo que pasó es que para la fecha venían los 500 años del descubrimiento de América y me comentó Don Pedro que iban a llegar desde la Ciudad de México una serie de programas que no tenían idea a la hora en la que los iban a poner, entonces si se les antojaba que a las 10 de la mañana o a las 3 de la tarde, pues decidieron que fuera a esta última hora», añade.
Durante el año final de las transmisiones del programa, Niko Liko dice que la vida transcurrió normal, y como en un inicio, se trabajó conforme las cosas se fueron dando.
«El programa nunca fue planeado, siempre trabajábamos con lo que había en ese momento, o sea, yo terminaba de trabajar y mientras ponían la primera caricatura yo iba y me vestía y salía a ver qué había, ya para entonces Candelita y los demás me decían que hay esto, que vino este muchacho y que acá para allá, ya me empezaba a armar el programa, dándole cabida a todos los que se pudiera, porque no me gustaba que se fuera alguien vestido y alborotado», menciona.
«Ese día final me anunciaron y ya, terminó, cuando acabamos sí lo sentí, como cuando se le muere a uno una persona querida, uno dice: Dios me lo dio, Dios me lo quitó», precisa.
Gaytán considera que el verdadero golpe a la añoranza, le llegó cuando las personas se le acercaban a preguntar qué había ocurrido y no daban crédito a que luego de 19 años todo hubiera acabado.
«Entonces hablé con el señor Meneses y le dije que, si terminando las transmisiones del aniversario del descubrimiento de América podía re empezar el programa, y él me envió con Rafael (Fitzmaurice) para que hablara con él», explica.
«Rafael me dijo que sí, que podía volver a entrar pero que ya no sería igual, que tenían que ser las cosas mejor hechas. En primer lugar, me pedía un escenario y luego una entrada como de circo, en resumen, me pidió casi las perlas de la virgen, le pregunté que, si tenía dinero para armar lo que me estaba pidiendo, pero me dijo que eso era cosa mía», apunta.
A manera de ayuda, el nuevo director le sugirió que consiguiera clientes para sacar los gastos del programa y después, en el transcurso del mismo, se les iría pagando con menciones al aire.
«Total que logramos conseguir los apoyos, pero cuando llegó más o menos noviembre, me dice: ¿Sabes qué? -ya cuando había hecho yo todo-, no vas a hacer el programa siempre, se lo vamos a dar a Imelda Retana», señala.
Aunque la decisión fue dura de asimilar, Gaytán dice haber quedado conforme con la designación ya que Imelda había participado en algunos segmentos de lo que era Niko Liko, por lo que todo de alguna forma, iba a quedar en familia, pero nuevamente la historia dio un giro inesperado.
«No restándole mérito a Chirrín ni a los Chicharrines, ya más o menos para diciembre fue Chirrín con 10 mil dólares y compró el tiempo en el horario de Niko Liko y ni a Imelda y a mí nos dejaron al aire», sentencia.
A su salida del aire, Antonio Gaytán confiesa que solicitó a don Pedro Meneses continuar caracterizando al personaje que durante 19 años le llevó a ocupar un lugar en los hogares de la frontera.
«Moralmente yo estaba ligado, no solamente como empleado –dejé de trabajar en el canal 5 hasta 1997-, cinco años después de que acabó el programa, le pedí a Don Pedro que me regalara el personaje», dice.
«Y sí, llegamos a un acuerdo, me dio el personaje, me dijo que podía trabajar en radio, con las caravanas artísticas, en donde quisiera, pero me pidió el favor de no trabajar en ninguno de los canales de televisión, porque él los consideraba sus enemigos. Por eso ya ni el intento hice de ir a otros canales», añade.
Como una forma de atención y agradecimiento, Gaytán relata que siguió al pie de la letra la petición que le hiciera su patrón, ya que, de cierta forma, tanto el programa como el personaje surgieron por idea del pionero de la televisión juarense.
«Yo lo desarrollé a mi manera, hasta allí va mi mérito, pero el programa era de él, estaba en su canal, pero hay que tener en cuenta que desde que empezó el programa nunca me impuso una idea, me dejó una carta abierta naturalmente confiando en que era una persona tranquila», acepta.
Sin embargo, pese a que hace 12 años salió del programa de televisión, todavía hay quien lo para en la calle para recordarle su imagen como Niko Liko.
«Me subo a una ruta y los que me conocen todavía me saludan que Niko Liko cómo está, ¿se acuerda de mí? Y pos ¡híjole! ¿cómo acordarse de los que tenían 10 años y ahora tienen 25?», recuerda.
«Una vez saliendo del canal 5, en una de las cantinas que estaba enfrente salió un joven y cuando me vio que me agarra ¡Hola Niko Liko! ¿Cómo está, ya no me conoce verdad? Se me puso muy chillón y sentimental era un bigotón que se veía como de unos 30 años y pues le pregunto ¿cuántos años tenías cuando ibas al programa? Pos ocho años Niko Liko, pero ¿ya me le olvidé verdad?», añade.
Hoy en día, Antonio Gaytán sigue caracterizándose de manera esporádica como Niko Liko, pero tales encuentros con su pasado, solamente se dan cuando llega a armar una gira por los poblados aledaños a Ciudad Juárez.
«Ya lo único que hago de vez en cuando es organizar a los muchachos para irnos de gira allá para los poblados, para Villahumada y otros poblados. Estamos esperando ahora que llegue septiembre que es cuando llega la cosecha y se quita el frío», dice.
«Dirás ¿qué irá hacer Niko Liko allá si no lo conocen, si ya tiene cosa 12 años sin salir en la tele? Pero otros muchachos fueron niños y conocieron a Niko Liko y cuando se anuncia con cartulinas y todo eso, van a verlo y siempre tenemos muy buena respuesta», asegura.
Padre de cinco hijos y con cuatro nietos, Gaytán quien tras su salida de los foros de televisión decidió poner un estanquillo para venta de dulces en el lugar donde habita, menciona que en esta ciudad no ha vuelto a realizar presentaciones, ya que existe una innumerable cantidad de entretenedores, lo cual hace difícil que logre el éxito antaño alcanzado.
«Lo hago allá porque es donde falta diversión, falta quién les rescate una sonrisa, aquí sobra quién lo haga, aquí veo demasiada gente, otro estilo que quizás no quedaría conmigo, tienes como a cinco o siete Tatianas, no se me ha dado por hacer nada aquí», justifica.
Desde el interior de la casa, una voz femenina le indica que son las cinco de la tarde. Se trata de su esposa Manuela García, con quien sostiene una relación desde hace 43 años. El llamado es porque a las siete de la tarde juntos partirán a su natal Panuco, Zacatecas, lugar del que llegó alguna vez, cuando fue traído por sus padres cuando apenas contaba con ocho años de edad.
Apurándose a recoger sus cosas esparcidas por el jardín, Gaytán, que entró a laborar a la XEJ en agosto de 1954 – este año cumpliría 50-, se torna serio al ser cuestionado si alguna vez ha considerado la posibilidad de volver a la televisión.
«Hace un par de años en el mismo canal 5 me hizo una entrevista Isela Torres, y respondo lo mismo: Sí saldría, pero solamente que me dieran la misma oportunidad que tenía antes, porque yo necesito servir para dar, no nada más divertir, y se sirve solamente combinándolo todo, diversión y servicio».
Para Gaytán queda algo claro luego de toda su experiencia como animador infantil, los niños, siempre serán el motor que mueva a la ciudad, independientemente de las carencias sociales que ésta tenga.
“Significan la alegría que tenemos los humanos, creo que no solamente para mí sino para todo mundo, mucha gente los usa para decir que son la esperanza del futuro, quién sabe que les depare el futuro a todos esos niños, ellos son la alegría, la primavera, el renacer de las flores, de los árboles, son la esperanza, pero más que nuestra esperanza, son nuestra alegría y así debemos disfrutarlos», concluye.