Eumar Esaá
El cambio de bandera de Daria Kasatkina, una de las grandes figuras del tenis ruso, puso el foco sobre una práctica que está vaciando de talentos al deporte ruso. El fenómeno ha sido impulsado ante las sanciones internacionales contra Rusia por la guerra en Ucrania, pero también por razones –unas prácticas y otras profundas– de los atletas que bordean lo personal y lo político.
Daria Kasatkina, de 27 años y número 12 en el ranking de la WTA, anunció el 28 de marzo que abrazaba una nueva bandera, luego de que Australia le concediera la residencia permanente. Tres días después ya aparecía en el escalafón con su nueva nacionalidad.
Esa misma ruta ha sido seguida por dos centenares de atletas, algunos de ellos impulsados por las sanciones derivadas de la invasión a Ucrania, pero no exclusivamente por esa razón.
Kasatkina es un ejemplo de ellos. Abiertamente homosexual, la ganadora de ocho títulos de la WTA vive fuera de Rusia desde hace dos años y medio, luego de revelar públicamente su orientación en una entrevista con el bloguero ucraniano Vitya Kravchenko.
“No es seguro para mí regresar con el régimen que tenemos”, dijo después de esa entrevista Kasatkina. “Como una persona gay que se opone a la guerra, simplemente no puedo volver”, agregó.
Lo mismo sucedió con otra rusa convertida en kazaja, Yulia Putintseva, pero en 2012, cuando se marchó molesta por falta de apoyo.