Antes de todo este triste y vergonzoso entuerto que pone en entredicho a nuestra incipiente democracia, cimbra al árbitro electoral y nos coloca como el hazmerreír de muchos, Jaime Rodríguez El Bronco me resultaba un personaje atrayente en la esfera de lo público.
Pero eso fue antes de que lograra el único acierto que millones de mexicanos le reconoceremos en lo que anticipo como el fin de su andar político: haber unificado a la opinión pública en su contra.
Recuerdo hace algunos años, en trayecto por carretera a Monterrey, haber visto un par de espectaculares de El Bronco en campaña. Eran de llamar la atención, anticipaban el comienzo de una contienda distinta a partir del nacimiento de un personaje disruptivo dentro de una sociedad tradicional en sus usos y costumbres políticas. Recordemos que Nuevo León, al igual que Coahuila, son entidades donde la alternancia estatal y municipal tardó más en llegar, por no decir que demasiado.
En aquél entonces, pensaba que El Bronco era un factor determinante que contribuía a la diversidad del espectro ideológico y a la picaresca nacional, en ocasiones cíclica y un tanto predecible, pero el análisis político no se hace a partir de querencias sino desde la objetividad y el pragmatismo.Tras una exitosísima campaña en redes sociales, sin pauta publicitaria y con diversos grupos de poder en contra y desafiando todos los pronósticos, Jaime Rodríguez se convirtió en el primer gobernador “independiente” de Nuevo León. Por desgracia, en vez de abonar con resultados a la apreciación de la marca independiente como lo hace Pedro Kumamoto desde lo local en Jalisco, el ingeniero Rodríguez no ha hecho sino demeritar dicha figura hasta casi convertirla en vil chistorete.
Entrecomillo independiente pues no podemos soslayar sus tres décadas de militancia partidista en el PRI, sin embargo, Rodríguez obtuvo el respaldo de un bono democrático y ciudadano pocas veces visto en la historia reciente.
En vez de utilizar dicho capital político en aras de cumplir los compromisos empeñados con los neoleoneses, Jaime Rodríguez, ufano, presumido y afecto a los reflectores, pronto se dejó seducir por las mieles del poder y, en su enorme y manifiesta vanidad, el estado que juró gobernar con responsabilidad, pasión y ahínco le resultó poca cosa.
Quien alguna vez afirmó que cumpliría con el mandato como gobernador, muy pronto lo olvidó, se mareó y comenzó a soñar con ser presidente de México. No pocas personas de su equipo me lo dijeron en más de una ocasión: “a la hora de administrar, el Bronco es un verdadero desmadre. Sencillamente no sabe cómo”.
En muchos sentidos, El Bronco nos recuerda a Vicente Fox. Desde sus tiempos como mandamás de Guanajuato, a Fox ya se le apodaba el “gobernador del celular” dada su afección a los viajes nacionales y extranjeros, a placearse en todos lados y utilizar el puesto como mero trampolín hacia algo mucho más grande con una pequeña diferencia: Fox llegó a Los Pinos pero al Bronco sólo lo están utilizando o se está dejando utilizar.
El Bronco, al igual que Fox, no tiene paragón como candidato pero queda a deber en el ejercicio de gobierno. Inteligentes, bien intencionados, carismáticos a más no poder, seductores de masas, mesiánicos en sus promesas, grandilocuentes en el discurso, constructores de escenarios imposibles, agoreros del futuro que podríamos tener, pero al final como en la obra de Shakespeare, mucho ruido y pocas nueces. Un fracaso en tantos sentidos.
En su radiografía de ayer, el periodista Salvador Camarena deshace a Jaime Rodríguez y nos pone a meditar, seriamente, sobre la viabilidad de una contienda naturalmente viciada que, con la inclusión de dicho personaje en la boleta, se tornará enrarecida.
“Quienes patrocinan las intenciones del llamado Bronco, un tipo más bien rupestre y machista –que en nada honra la bonhomía campirana-, han decidido una ruta electoral que contamina la urgente normalidad del proceso. Sin sus reiterados fraudes en este proceso, documentados por la prensa, sancionados por el INE y obviados por cuatro magistrados del TEPJF dignos de Tres Patines, sin su chapucería don Jaime no sería don Jaime, no sería uno más de los síntomas de nuestra disfuncional democracia…”
Efectivamente, Jaime Rodríguez será el quinto elemento en la boleta. Reza el dicho: nadie sabe para quién trabaja…
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Bronco, el imperio de la frivolidad y las chapuzas PATRICIO DE LA FUENTE
SIN LUGAR A DUDAS… El contraste entre cómo se hizo candidato el Bronco, y como no fue candidata Marichuy es una de las expresiones más claras de la desigualdad que existe en nuestro país en acceso a derechos: altos requisitos para todo, pero sólo los más débiles están obligados a cumplirlos”.— Andrés Lajous
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