Esa figura relajada con rastas ha demostrado ser más poderosa que la que imponía la facción de los Rude Boys que tomaban las calles donde él habitaba
Mauricio Angel
Agencia Reformasábado, 08 mayo 2021 | 12:59
Ciudad de México— Pandillas y pobreza rodeaban el barrio de Kingston, Jamaica, donde creció Bob Marley, quien no se llenó de odio ni miseria, al contrario: decidió escribirles a las sonrisas, al amor, al sol y a los pájaros.
El músico murió joven, a los 36 años. Aunque delgado y sin fortaleza aparente, a 40 años de su partida a otra dimensión, esa figura relajada con rastas ha demostrado ser más poderosa que la que imponía la facción de los Rude Boys que tomaban las calles donde él habitaba.
Marley es el máximo representante del reggae, música que combina ska, rock, pop, R&B, soul y cantos rastafaris, algo que pareció venirle predeterminado desde su sangre misma: su padre fue un capitán blanco que sedujo a Cedella, una joven de color, descendiente de la tribu Cromantee, la cual se había rebelado contra la esclavitud. Ella tenía 18 años cuando tuvo que hacerse cargo sola de su pequeño, pues el hombre la abandonó de inmediato, y decidió mudarse a Kingston para labrarse un futuro mejor.
Marley supo adaptarse a un barrio lleno de carencias, a disfrutar la compañía de todos los vecinos, e incluso tenía un apodo: Tuff Gong. Así llamó a su futuro sello discográfico.
Pero esa cercanía no lo orilló a ejercer la violencia ni actividades ilícitas, sino a expresiones artísticas, que arrancaron cuando descubrió su gusto por el ska, la música de moda entonces en la isla.
Junto con amigos de la infancia formó un grupo vocal e incluso grabó canciones originales, como «Simmer Down», que de inmediato conectó con sus compañeros del ghetto y le dieron empuje a su grupo, The Wailers.
Para 1966, Marley, a sus 21 ya era respetado por productores locales y su vida pintaba bien, pues se había enamorado de Rita Anderson, quien se convirtió en su esposa. No obstante, su madre, quien se había mudado a Estados Unidos, insistió en que él siguiera sus pasos.
Las limitadas oportunidades para hombres de color en EU no convencieron a Marley, quien volvió a su país para encontrarse con algo que le cambió la vida: había sido visitado por Dios.
El mito dice que el activista Marcus Garvey había impulsado a sus seguidores afroamericanos a mirar hacia África y les dijo que la coronación de un rey negro sería la señal de que el Mesías estaba en camino.
Muchos tomaron la coronación en 1930 de Ras Tafari, el último emperador de Etiopía, como esa señal divina y fundaron en su honor el culto rastafari, que cobró fuerza inusitada a miles de kilómetros, en Jamaica. Por eso su visita a ese país, en 1966, fue un suceso que también presenció su mujer, Rita. Al regresar, ella lo guió a adoptar aquella religión, que se conectaba con sus creencias y teorías sobre la crítica política y justicia social.
También adoptó la estética, que indicaba que sus fieles no debían cortarse el pelo hasta ver caer la podredumbre de Babilonia. La marihuana era la hierba que llevaba a conocimientos profundos; por lo tanto, era sagrada.
Su tierra dejó de interesarse por la música alegre y eso le abrió paso al reggae, que se prestaba para cadencias diferentes que podrían oírse en todo el mundo, como Marley soñaba.
The Wailers había logrado despertar interés en la isla caribeña e incluso encantaron a Johnny Nash, quien los llevó a su gira en Reino Unido como teloneros, pero estaban lejos de ser una apuesta segura.
Una tarde de 1972 se presentaron con el productor Chris Blackwell, pues se habían quedado en Londres sin dinero para volver a Kingston, y le propusieron grabarle un disco si les daba un adelanto.
Blackwell, fundador de Island Records, el sello que impulsó a U2, les dio 4 mil libras para que lo dejaran en paz. Sin esperar nada, cuatro meses después recibió un disco de leyenda: Catch a Fire, considerado el reflejo del esplendor que lograría Marley con las fusiones en el nuevo género.
Si bien el grupo había hecho ajustes para impactar entre el público estadounidense, algo a lo que accedió con gusto el ídolo, en su tiempo el material fue ignorado por las listas de popularidad y apenas vendió 14 mil copias. Fue el tiempo lo que le otorgó valor.
«Hizo por el reggae lo que Please, Please Me, el primer disco de The Beatles, había hecho por el pop una década antes», destacó el periodista David Sinclair.
Aquel material de reggae sólido tuvo continuidad en Burnin’ (1973), que arrojó sus primeros éxitos internacionales: «Get Up, Stand Up» e «I Shot the Sheriff». Esta última fue versionada por Eric Clapton e insospechadamente el rockstar británico logró su primer número uno en EU.
Siguieron Natty Dread (1974) y Rastaman Vibration (1976), pero al volverse Marley el jamaicano más influyente, también fue visto como una amenaza política. Su desdén por el poder lo convirtió en blanco de un atentado en 1976, antes del concierto gratuito Smile Jamaica, organizado por el gobierno. Fue atacado a balazos en su casa, donde también resultaron heridos su esposa y su manager, aunque todos sobrevivieron.
Marley decidió levantarse tras el ataque y subir al escenario para mostrar que nadie podría someterlo, pero, tras mostrar sus heridas, se fue de Jamaica por un tiempo, hasta que en 1978 volvió para dar otro show por la paz.
Los últimos años del intérprete de «Satisfy My Soul», «Sun Is Shining» y «Exodus» estuvieron marcados por la creatividad y el desenfreno: dormía poco y buscaba a todas las mujeres que deseaba, como si intuyera que su vida estaba cerca del fin.
La religión que enalteció su arte acortó su vida, pues no le permitía seguir los tratamientos recomendados contra el cáncer que lo atacó. No permitió amputaciones y siguió con giras por EU.
Después de desmayarse en ese país, un doctor le hizo saber que el cáncer se había extendido a los pulmones, hígado y cerebro, por lo cual ya no era tratable y le quedaban apenas semanas de vida. Su fallecimiento llegó el 11 de mayo de 1981, pero su música y su figura se volvieron eternas.
No todo fue amor
Marley fue reconocido incluso con la Medalla de la Paz de Naciones Unidas, pero en los últimos años surgieron polémicas que cuestionan su honor.
Muchas aparecieron en el libro de su ex esposa, «No Woman, No Cry: Mi Vida Junto a Bob Marley» (2004), donde relataba sus múltiples aventuras y el poco respeto que tenía por su matrimonio. Se dice que la Miss Mundo jamaicana Cindy Breakspeare fue una de sus amantes en sus últimos años de vida.
Entre los hijos reconocidos que tuvo, varios han destacado también en la música, como Ziggy, Stephen y Damian.
El cantante también fue un enamorado del futbol, que practicaba allá donde viajaba.
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