LA NACION
PORTO ALEGRE.- Los socorristas continuaban este sábado las operaciones de rescate y asistencia a pesar de una nueva ráfaga de lluvias torrenciales en el sur de Brasil, mientras seguía subiendo el saldo de víctimas.
Los pronósticos contemplan más lluvias en el ya anegado estado sureño de Rio Grande do Sul, donde muchos de los damnificados son gente pobre con pocas opciones de evacuar a zonas menos peligrosas.
Defensa civil actualizó en 136 los muertos desde que comenzó la catástrofe que afecta a casi todo el estado, con otras 125 desaparecidas, mientras más de 410.000 debieron abandonar sus hogares.
Las autoridades están en alerta y multiplican los mensajes a la población de no regresar a los lugares en riesgo, luego de que las lluvias volvieron con fuerza a Porto Alegre y a otras áreas del estado. Las tormentas golpearon a 444 ciudades, que representan casi el 90% de los municipios de Rio Grande do Sul.
La situación climática se mantendrá crítica en la región, con “aguaceros y tormentas aisladas” que se extenderán hasta inicio de la semana próxima, según el Instituto Nacional de Meteorología, que alertó de riesgos de “inundaciones y descargas eléctricas”.
Las lluvias más fuertes deberán ocurrir entre domingo y lunes. Varios ríos, como el Uruguay, el Guaíba y el Jacuí, además de la Laguna de los Patos, siguen desbordados pero sus caudales están disminuyendo. El Guaíba, que baña Porto Alegre, bajó hasta los 4,58 metros este sábado, por primera vez desde el 3 de mayo, luego de haber estado por encima de la barrera crítica de cinco metros.
“Toda esa humedad será muy persistente”, dijo la meteoróloga Cátia Valente, y advirtió sobre el riesgo de nuevos deslizamientos en el litoral norte y la sierra.
Los aguaceros torrenciales redujeron considerablemente el flujo de embarcaciones hacia las zonas afectadas, donde muchos pobladores permanecen en sus casas por miedo a saqueos. No obstante, los civiles que encabezan esas tareas continúan afluyendo hacia los puntos de embarque, donde cargan donaciones de agua, comida y medicamentos para distribuir desde el agua a las casas aún habitadas.
En las anegadas calles del barrio de Sao Joao, en Porto Alegre, bomberos y voluntarios con jetskis y botes inflables seguían trabajando bajo la fuerte lluvia. ientras, por toda la ciudad se veían camiones de succión drenando el agua enlodada que invadió los edificios.
A pesar de las nuevas lluvias, los habitantes intentan recuperar cierta normalidad. En las zonas céntricas de Porto Alegre, cada día que pasa abren más comercios y restaurantes. Pero el suministro de agua limpia sigue cortado, así que camiones cisterna cruzan la ciudad aprovisionando albergues, hoteles y otros edificios.
La obstinada determinación de muchos damnificados a permanecer en sus hogares inundados, sin conciencia del riesgo, complica las labores y hace temer nuevas víctimas. Como el caso de Carlos Sampaio, de 62 años, que vive en una comunidad humilde junto al estadio de Gremio. Su vivienda de dos plantas funciona también como bar deportivo.
Aunque el primer piso está anegado, dice que no se irá, en parte por el temor a los saqueadores en su barrio, donde hay un elevado nivel de delincuencia y donde la policía lleva rifles de asalto por las inundadas calles.
Pero Sampaio tampoco tiene otro sitio donde ir. “Estoy analizando lo seguro que estoy y sé que mis pertenencias no están para nada seguras”, afirmó. “Mientras pueda luchar por lo que es mío, dentro de mis posibilidades para que quedar expuesto, lucharé”.
“Llegué aquí el lunes. Perdí mi departamento por las inundaciones”, contó Matheus Vicari, un conductor de Uber de 32 años, en el albergue en el que se aloja con su hijo pequeño. “No paso mucho tiempo aquí. Intento estar afuera y pensar en otras cosas”.
Algunos hallaron refugio en segundas viviendas, como Alexandra Zanela, copropietaria de una agencia de contenido en Porto Alegre. Zanela y su pareja se presentaron voluntarios cuando comenzaron las inundaciones, pero después optaron por irse ante los cortes de electricidad y agua. Se dirigió a la ciudad costera de Capao da Canoa, donde su familia política tiene una residencia de verano.
“Vinimos con mi cuñada. Trajimos a nuestros dos gatos, a mi madre y a una amiga suya y llegamos aquí sin problemas. Dejamos el caos de Porto Alegre”, contó Zanela. “Está muy claro que los que tienen el privilegio de marcharse están en una posición mucho más segura y que los que viven en zonas más pobres de Porto Alegre no tienen opciones”, admitió la mujer sobre la debacle que no dejó a nadie a salvo ni indiferente.
Agencias AFP y Reuters