El artista plástico mexicano busca estructurar toda su producción
El artista plástico mexicano Sebastián considera que es hora de repasar un intenso medio siglo de trayectoria artística marcada por sus monumentales e icónicas esculturas urbanas, cuyo trasfondo lleva a conjeturas geométricas y matemáticas.
«Ya es el momento de dejar estructurada toda mi producción para que quede y no se pierda», afirmó este artista plástico de 71 años de edad que ha dejado huella con su extensa obra en una veintena de ciudades alrededor del mundo.
A los festejos de sus 50 años de carrera, que lo llevaron a exposiciones y homenajes, se ha sumado un libro con opiniones de críticos de arte y ciencia.
En este sentido, el escultor expresó que será la Fundación Sebastián la encargada de proteger lo que define como «acervo sebastino».
A la par de sus creaciones, se ha consolidado como un intenso promotor de jóvenes artistas de diversas nacionalidades que cuelgan sus primeras creaciones en los muros de esta fundación.
Nacido como Enrique Carbajal el 16 de noviembre de 1947 en el norteño estado de Chihuahua y recreado a sí mismo como ‘Sebastián, escultor’ en 1968, anuncia un libro con detallada y minuciosa explicación artística y científica sobre sus 50 años de creaciones.»Toda mi vida he tomado la geometría, las matemáticas, la física para mi producción plástica y quería que tuviera el sentido de arte-ciencia», resumió el autor de «El caballito», recreación moderna de la figura ecuestre que en 1803 colocó en la Ciudad de México el español Manuel Tolsá (1757-1816).Con una trayectoria que comenzó «con pies de plomo» desde su primera exposición personal en 1968, su obra tiene una estética geométrica sustentada en las matemáticas, a las que considera maravillosas, como una expresión más del arte.
«Sin las matemáticas no habría comprensión ni avance tecnológico y científico porque son las que han permitido razonar y solucionar y dar ecuaciones para muchos descubrimientos y poderlos comprender e ir más adelante», dijo el artista. Sus obras le han valido, entre otros reconocimiento, el doctorado «honoris causa» del City College de Nueva York.
En formato monumental, sus esculturas se alzan en ciudades mexicanas como Aguascalientes («La puerta saturnina»), Puebla («El Ángel custodio»), Nezahualcóyotl («Coyote hambriento»), Chimalhuacán («Guerrero hambriento») y en urbes como La Habana (Cuba), San Antonio (Texas, EE.UU.) y Osaka (Japón).
Ya en el segundo medio siglo de carrera, Sebastián hace profesión de fe y de motivaciones sobre su proceso creativo, reflexiona sobre la personalidad del artista y la vigencia del arte monumental en tiempos de crisis y vientos políticos diversos.
Apunta a su «fortaleza de niño» para ver el mundo con sorpresa y mantener la frescura y la sensibilidad, siempre «en un tono racional».
Lleva el diálogo a la «carga de insatisfacción» que es inherente al artista y que tras ser saciada por el goce estético de una obra finalizada se reaviva en «el instante posterior», cuando la obra ya es historia.
Con reconocimientos y premios a su obra por todo el mundo, argumenta a favor de las esculturas monumentales y de su persistencia más allá de los vaivenes políticos y económicos. «El arte urbano monumental no es una moda, no es una ruta a seguir dentro de las tendencias. (…) Es una condición humana, una necesidad del espíritu humano desde las cavernas», sostuvo.
En todas las culturas, de las cavernas a Roma, «hemos visto la necesidad de poner hitos» que pueden funcionar para situaciones religiosas o para conmover al espíritu humano.
Por eso, «pasarán los años, las tendencias y llegarán grandes artistas, pero el arte monumental persistirá y existirá por ser parte de la condición del espíritu humano», argumentó.
Desde siempre, además, los artistas han creado en las mejores y las peores circunstancias.
«En los momentos más duros de los países, de los continentes, en las dictaduras, han sorprendido con su creación, en las libertades igual», manifestó.
Afirmó que todos los pueblos necesitan de un espíritu creativo para «observar y contemplar la belleza» porque son ellos los que le dan la posibilidad de tener una raíz y una cultura profunda pese a circunstancias adversas.
A los festejos de sus 50 años de carrera, que lo llevaron a exposiciones y homenajes, se ha sumado un libro con opiniones de críticos de arte y ciencia.
En este sentido, el escultor expresó que será la Fundación Sebastián la encargada de proteger lo que define como «acervo sebastino».
A la par de sus creaciones, se ha consolidado como un intenso promotor de jóvenes artistas de diversas nacionalidades que cuelgan sus primeras creaciones en los muros de esta fundación.
Nacido como Enrique Carbajal el 16 de noviembre de 1947 en el norteño estado de Chihuahua y recreado a sí mismo como ‘Sebastián, escultor’ en 1968, anuncia un libro con detallada y minuciosa explicación artística y científica sobre sus 50 años de creaciones.»Toda mi vida he tomado la geometría, las matemáticas, la física para mi producción plástica y quería que tuviera el sentido de arte-ciencia», resumió el autor de «El caballito», recreación moderna de la figura ecuestre que en 1803 colocó en la Ciudad de México el español Manuel Tolsá (1757-1816).Con una trayectoria que comenzó «con pies de plomo» desde su primera exposición personal en 1968, su obra tiene una estética geométrica sustentada en las matemáticas, a las que considera maravillosas, como una expresión más del arte.
«Sin las matemáticas no habría comprensión ni avance tecnológico y científico porque son las que han permitido razonar y solucionar y dar ecuaciones para muchos descubrimientos y poderlos comprender e ir más adelante», dijo el artista. Sus obras le han valido, entre otros reconocimiento, el doctorado «honoris causa» del City College de Nueva York.
En formato monumental, sus esculturas se alzan en ciudades mexicanas como Aguascalientes («La puerta saturnina»), Puebla («El Ángel custodio»), Nezahualcóyotl («Coyote hambriento»), Chimalhuacán («Guerrero hambriento») y en urbes como La Habana (Cuba), San Antonio (Texas, EE.UU.) y Osaka (Japón).
Ya en el segundo medio siglo de carrera, Sebastián hace profesión de fe y de motivaciones sobre su proceso creativo, reflexiona sobre la personalidad del artista y la vigencia del arte monumental en tiempos de crisis y vientos políticos diversos.
Apunta a su «fortaleza de niño» para ver el mundo con sorpresa y mantener la frescura y la sensibilidad, siempre «en un tono racional».
Lleva el diálogo a la «carga de insatisfacción» que es inherente al artista y que tras ser saciada por el goce estético de una obra finalizada se reaviva en «el instante posterior», cuando la obra ya es historia.
Con reconocimientos y premios a su obra por todo el mundo, argumenta a favor de las esculturas monumentales y de su persistencia más allá de los vaivenes políticos y económicos. «El arte urbano monumental no es una moda, no es una ruta a seguir dentro de las tendencias. (…) Es una condición humana, una necesidad del espíritu humano desde las cavernas», sostuvo.
En todas las culturas, de las cavernas a Roma, «hemos visto la necesidad de poner hitos» que pueden funcionar para situaciones religiosas o para conmover al espíritu humano.
Por eso, «pasarán los años, las tendencias y llegarán grandes artistas, pero el arte monumental persistirá y existirá por ser parte de la condición del espíritu humano», argumentó.
Desde siempre, además, los artistas han creado en las mejores y las peores circunstancias.
«En los momentos más duros de los países, de los continentes, en las dictaduras, han sorprendido con su creación, en las libertades igual», manifestó.
Afirmó que todos los pueblos necesitan de un espíritu creativo para «observar y contemplar la belleza» porque son ellos los que le dan la posibilidad de tener una raíz y una cultura profunda pese a circunstancias adversas.
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