Jesús y los apóstoles se fueron al monte de los Olivos y pasaron por el valle de Cedrón. Era más de medianoche y había luna llena. Cuando llegaron al jardín de Getsemaní, Jesús les dijo: “Quédense aquí y manténganse despiertos”. Luego, Jesús se alejó un poco de ellos y se arrodilló. Se sentía muy angustiado y oró a Jehová: “Que se haga tu voluntad”. Entonces Jehová envió a un ángel para animarlo. Después, Jesús volvió adonde estaban tres de sus apóstoles y los encontró dormidos. Así que les dijo: “¡Despiértense! Este no es momento de dormir. Ya ha llegado la hora para que sea entregado a mis enemigos”.
Enseguida llegó Judas, con un gran grupo armado con espadas y garrotes. Sabía dónde encontrar a Jesús porque había ido con él y los apóstoles a ese jardín muchas veces. Judas les había dicho a los soldados que él les iba a mostrar quién era Jesús. Fue derecho adonde Jesús y le dijo: “Hola, Maestro”, y le dio un beso. Jesús le dijo: “Judas, ¿me traicionas con un beso?”.
Jesús dio un paso al frente y le preguntó a los hombres: “¿A quién buscan?”. Ellos dijeron: “A Jesús el Nazareno”. Él les contestó: “Soy yo”. Ellos retrocedieron y cayeron al suelo. Jesús les preguntó de nuevo: “¿A quién buscan?”. Y ellos otra vez respondieron: “A Jesús el Nazareno”. Jesús les contestó: “Ya les dije que soy yo. Así que dejen que estos hombres se vayan”.
Cuando Pedro se dio cuenta de lo que estaba pasando, sacó una espada y le cortó la oreja a Malco, que era esclavo del sumo sacerdote. Pero Jesús le tocó la oreja y lo curó. Entonces le dijo a Pedro: “Guarda tu espada. Porque si luchas con la espada, morirás por la espada”. Los soldados agarraron a Jesús y le ataron las manos, y los apóstoles huyeron. Luego, la gente se llevó a Jesús a ver al sacerdote principal Anás. Él interrogó a Jesús y lo mandó a la casa del sumo sacerdote, Caifás. Pero ¿qué pasó con los apóstoles?