SERGIO SARMIENTO
Los humanos logramos más con los acuerdos que con las revoluciones, con las amistades que con las enemistades, con el amor que con el odio; pero, aun así, seguimos rindiendo una pleitesía absurda a los conflictos.
El día dedicado al amor pasó a convertirse en el de la amistad. El próximo 14 de febrero festejaremos una fecha que quizá es creación comercial, pero al mismo tiempo sirve para recordarnos algunas de las buenas cosas que tiene la vida.
El amor es el sentimiento más fuerte de atracción que tiene el ser humano. En un principio, surge de instintos necesarios para la preservación de la especie. El amor hacia la pareja es la fuerza de vida que nos impulsa a acercarnos a otras personas para multiplicarnos. El amor también es la fuerza que nos ata a los hijos y a los parientes que llevan esa impronta genética que nos distingue del resto de la humanidad y que, por razones naturales, buscamos mantener y aumentar.
La amistad es una forma atenuada del amor. Es un sentimiento de atracción dirigido a personas que queremos aunque no sean una pareja sentimental ni parte de nuestro círculo familiar. La amistad nos permite trascender, como seres humanos, el ámbito de la simple protección de nuestros familiares y crear un circulo más amplio que permite la formación de un clan, de una tribu, de un pueblo o de una nación.
A los mexicanos al grito de guerra nos han enseñado a pensar que los enfrentamientos violentos son la base de nuestra nación. Las guerras de la Conquista, de la Independencia y de la Revolución, nos dicen, son los hitos que nos han permitido construir la nación que hoy tenemos. Pero es falso. Las grandes luchas violentas no han generado, ni en México ni en ningún lugar del mundo, más que muerte y destrucción, En cambio, los momentos de reconciliación y de construcción de lazos de amor, amistad y solidaridad son los que han permitido los pocos o muchos avances que registra la sociedad mexicana.La historia nos dice que los humanos logramos más con los acuerdos que con las revoluciones, con las amistades que con las enemistades, con el amor que con el odio; pero, aun así, seguimos rindiendo una pleitesía absurda a los conflictos.
No fue la Conquista, con su saldo de odio y de sangre derramada, lo que estableció los cimientos de la plural sociedad mexicana, sino el mestizaje que, a fin de cuentas, fue producto de una serie de actos de amor. El Grito de Dolores de Miguel Hidalgo, el 15 de septiembre de 1810, no marcó el inicio de la independencia sino el principio de una guerra que destruyó vidas y propiedades. En cambio, el abrazo de Acatempan entre Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero del 10 de febrero de 1821 representó el inicio de una independencia sustentada no en la violencia sino en los acuerdos. La revolución de 1910 a 1917 diezmó la población de nuestro país; los acuerdos políticos tras la contienda armada permitieron el surgimiento de un país más próspero una vez que terminaron los estallidos revolucionarios.
Los mexicanos hemos menospreciado el festejo del 14 de febrero (igual que el del 10 de febrero, el abrazo de Acatempan) por considerarlo una fiesta comercial sin más propósito que vender chocolates, flores y osos de peluche. Pero el amor y la amistad que se festejan en esta fecha son las fuerzas más constructivas y productivas de la historia. No son las guerras las que nos han hecho mejores sino los acuerdos. Estos nos llevan a entender que si el ser humano colabora siempre será mejor que si combate y violenta a los demás.
Twitter: @SergioSarmiento