Enrique Pérez Quintana
El sexenio de López Obrador (AMLO) nos enseñó que la retórica de campaña en busca del poder es muy diferente a la practicada cuando ya se conquistó. Cuando quería ser presidente gritaba en sus mítines que, de llegar al poder, enviaría al Ejército a sus cuarteles decía que, como México no es un país bélico ni tiene enemigos, las fuerzas armadas debían desaparecer.
Siendo presidente, López Obrador se negó a que su seguridad estuviera a cargo del Estado Mayor Presidencial. Ordenó su disolución y remitió a sus 8 mil integrantes a la Secretaria de la Defensa Nacional. Hoy explica que lo hizo porque era mucho su poder. “Tenían prácticamente secuestrado al presidente, iba el presidente a algún lado y rodeado; hablaba con una persona y siempre estaban ahí y se sentían superiores”. (Excelsior, 2 de octubre de 2023)
Aparentemente la determinación de López Obrador por disminuir la presencia del Ejército era real y el primer paso fue la desaparición del Estado Mayor Presidencial.
Es posible suponer que una reacción a la intención del presidente fue el desayuno que encabezó el general secretario Luis Cresencio Sandoval el 22 de octubre de 2019, información filtrada una semana después, en la que el general Carlos Gaytán Ochoa pronunció un discurso en el que manifestó:
“No podemos soslayar que el hoy titular del Ejecutivo ha sido empoderado legal y legítimamente. Sin embargo, es también una verdad inocultable que los frágiles mecanismos de contrapeso existentes han permitido un fortalecimiento del Ejecutivo que viene propiciando decisiones estratégicas que no han convencido a todos, para decirlo con suavidad. Ello nos inquieta, nos ofende eventualmente, pero sobre todo nos preocupa.” Porque choca con la forma con que hoy se conduce al país.
El general Gaytán Ochoa planteó algunas preguntas, destaca la siguiente: “¿Quién aquí ignora que el alto mando enfrenta, desde lo institucional, a un grupo de halcones que podrían llevar a México al caos y a un verdadero Estado fallido?” (La Jornada, 30 de octubre de 2019)
Ese evento fue interpretado y denunciado por López Obrador como un intento de golpe de Estado en marcha. El acontecimiento fue determinante en el cambio de actitud del presidente. Explicaría el proceso de cooptación del Ejército y la Marina que emprendió, por medio de la asignación de responsabilidades en el ámbito de la administración pública, que la Constitución reserva para los civiles. Se incrementó su presupuesto y autorizaron transferencias para la realización de las obras.
Toda la información administrativa y financiera, por decisión de López Obrador, fue clasificada como de Seguridad Nacional, por lo que quedó bajo reserva, lo que implica un mecanismo de opacidad sobre los recursos públicos que manejan.
La actitud de López Obrador es considerada como un proceso de militarización del país. El presidente se justifica diciendo: “el soldado es pueblo uniformado y por eso nunca traicionará a su gente”.
Esta semana López Obrador intentó el lavado de las manchas históricas que el pueblo asigna al Ejército. Una semana separa el luto de las dos fechas. Primero el 26 de septiembre de 2014. En el noveno aniversario de la desaparición de 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa, sus padres reclamaron el esclarecimiento del caso y la presentación con vida de sus hijos. Responsabilizan a las autoridades locales y federales. Denuncian que el Ejército participó en la desaparición y demandan que la Secretaría de la Defensa Nacional entregue la totalidad de la información del caso. Rechazan la versión que ofrece el gobierno de López Obrador sobre esos acontecimientos y afirman que es similar a la Verdad Histórica del gobierno de Enrique Peña Nieto.
En defensa del Ejército, López Obrador argumentó “que la desaparición de los normalistas tuvo que ver más con el contubernio, con la asociación delictuosa entre autoridades locales, policías municipales y la delincuencia que dominaba esa región.” Expresó que, si esa delincuencia tuvo vínculos con algunos militares y estos hubiesen cometido el delito de omisión, es otra cosa a que el gobierno, desde arriba, “Peña Nieto hubiese ordenado o el general secretario de entonces, la desaparición de los jóvenes, no”.
Para López Obrador es temerario responsabilizar al Ejército de la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa. Asegura que es su obligación cuidar el prestigio del Ejército y las fuerzas Armadas.
La segunda fecha luctuosa es el 2 de octubre. Pasaron 55 años de la masacre que el Ejército realizó en Tlatelolco. Cientos de estudiantes muertos. El grito es el mismo. Las evidencias testimoniales y gráficas se repiten cada año. López Obrador ofreció su versión sobre el actor que disparó a los manifestantes esa tarde.
En su mañanera del 2 de octubre, la respuesta de López Obrador a lo que parece haber sido una pregunta sembrada, acerca de su evaluación sobre la participación del Estado Mayor Presidencial en la masacre estudiantil de 1968 dijo: «hay elementos para sostener que, en la represión del 2 de octubre de 1968, quienes participaron de manera directa fueron miembros del estado mayor presidencial».
Llama la atención la apología que López Obrador lleva a cabo en defensa del Ejército. Es evidente que es parte de su responsabilidad, pero es inaudito que él lleve a cabo la tarea de exonerarlo después de haber lucrado por años con el discurso que los criminaliza. Las frases claves las encontramos en sus arengas desde hace 20 años. 2 de octubre no se olvida. Fue el Estado. Fue el Ejército. Parece traición a las posiciones históricas de la izquierda, la de verdad.