Tienen la constancia que le falta a Chivas y Cruz Azul. Tienen la afición y las luces que nunca tendrá Toluca (si no las tuvo ni cuando fue un club de época). No han ganado tanto como Tigres en la era reciente, pero, sorpresa, tienen la historia que los regiomontanos no. Son un grande de ayer y hoy. No son grandes sólo por el pasado, como rojiblancos y celestes. Ni grandes por el éxito reciente, como Tigres, su víctima de este domingo. Y tienen ya el doble de títulos que Pumas y Pachuca, equipos que en los albores del siglo XXI parecían asegurar futuros plenos de éxito.
América es grande no sólo por verso. Con hechos: catorce títulos profesionales –aunque exista una campaña por colocarle 18 estrellas–. Dos más que Chivas. Y precisamente el Rebaño hizo que la felicidad azulcrema fuera total en este 2023. En cierto modo los rojiblancos contribuyeron al título del América. Aquella eliminación en las Semifinales del Clausura caló fríamente en el orgullo águila. Fue una vergüenza: eliminados en casa con todo a favor. Pero en ese momento fue cuando mostraron que la grandeza no es una etiqueta, un adorno, sino una herramienta para reconstruirse en la debacle.
Abordaron la crisis con la dureza que ameritaba. Se fueron jugadores que habían recibido oportunidades eternas sin dar resultados. No retuvieron a Fernando Ortiz. Buscaron opciones y encontraron la mejor en André Jardine, a quien se le habían visto ganas de dirigir al América desde que los enfrentó con Atlético San Luis en la primera Liguilla del 2023: “América no solo merece pasar de fase, merece ser campeón”, dijo tras aquella eliminación.
No lo consiguieron entonces, pero el destino le tenía reservado ese privilegio al propio Jardine. Y fue una revancha perfecta. Contra Tigres, que buscaba el bicampeonato y hace seis meses les había hecho el favor de evitar el título de Chivas. Con todo y tres exalumnos desertores del americanismo: Diego Lainez, Sebastián Córdova y Diego Reyes. Aprendieron la lección a la mala. Vieron el éxito enfrente, pero de lejos, enmudecidos en la que algún día fue su casa.
Todos aprenden la lección cuando se trata del América. Cuando alguien cree que al fin está a su altura, ellos ya avanzaron dos escalones más. Que le pregunten a Chivas, que estuvo a 45 minutos de empatarlo en títulos y ahora está a dos de distancia. Y, para quienes odien al América, eso no es lo peor. Sí, lo peor no es que el América haya sido campeón con la mejor ofensiva y defensiva, que haya derrotado a sus rivales con una facilidad insultante (que ni siquiera queda la excusa del arbitraje); lo peor, para los devotos antiamericanistas, es que esto no tiene pinta de acabar pronto.
Hay plantel para rato. Y es que incluso sin fichajes bomba, América ha construido un equipo portentoso en todas sus líneas, incluso en la defensa, que era el eslabón más débil. Ya pueden pensar en la quince. Ellos son así. Van de un éxito al otro. Nadie tiene catorce ni trece. Nadie tiene el Azteca. Nadie es capaz de polarizar a un país. Hoy ningún otro equipo en México tiene grandeza. Esa es del América y de nadie más. Ódienlos todo lo que quieran, pero la verdad está ahí.