En riesgo comunidades indígenas por desplazamiento forzado
El padre Héctor Fernando Martínez Espinosa, vicario general de la Diócesis de la Tarahumara, indicó que al menos 30 familias rarámuri de la comunidad de San Juan de Guacayvo, en el municipio de Bocoyna, han sido desplazadas de sus tierras y sus hogares por criminales, por lo que debieron huir por temor a las amenazas.
El vicario manifestó que la principal necesidad del municipio es la seguridad, puesto que no hay policías en el municipio: “Los pueblos están llenos de sicarios que atemorizan a la gente pidiéndoles derecho de suelo y los amenazan con matarlos si no les pagan; hay personas que sí acceden, pero en este caso debieron huir por el pavor que sienten ante los criminales”, explicó.
Indicó que las instancias de gobierno deben tener más clara la información, puesto que la Coordinación Estatal de los Pueblos Indígenas (Coepi) atendió las denuncias de las familias en Creel, quienes pidieron apoyos para pagar los pasajes que los sacarían de la región y establecerse en casas de familiares y/o amigos donde estén más seguros.
El religioso informó que, aunque cada región de la Sierra Tarahumara es diferente y la situación varía, él tiene conocimiento de situaciones de desplazamiento forzado en los municipios de Guadalupe y Calvo, Baborigame, en la zona de Cinco Llagas y en este caso en particular de San José Guacayvo, en Bocoyna.
“Lo más preocupante es que, aunque aún hay reclutamiento forzado de los jóvenes, ahora vemos que las familias ya ofrecen a sus hijos para que aprendan a trabajar con los criminales; tal vez en algunas zonas de la barranca sea la única forma que tengan de subsistir, pero estoy convencido de que en Bocoyna hay otras cosas qué hacer”, explicó Martínez Espinoza.
Agregó que la inseguridad ha generado una situación viciada de la propia cultura, pues aunque es cierto que no hay oportunidades de estudio y trabajo, y esto abona a que se unan a los grupos delictivos, dijo que hay una cultura de apología y al crimen y de admiración, puesto que ven a niños de 4o y 6o grado de primaria que dibujan cosas referentes a que el ser sicario fuera una actividad emocionante o que les ilusione llegar a ser eso de grande.