Este sábado 24 de noviembre, cerca de 3 mil agentes fueron desplegados en París para controlar a los llamados “chalecos amarillos”, nombre que han recibido los manifestantes que salen a la calle portando un chaleco flourescente que los automovilistas están obligados a usar. El enfrentamiento entre policías y manifestantes dejó un saldo de 18 detenidos y 8 personas lesionadas, según la información que las autoridades le han brindado a The Associated Press.
Cantando el himno nacional de Francia y portando carteles con consignas como “Macron renuncia” o “Macron ladrón”, miles de personas han bloqueado durante varios días las carreteras de todo el país, quemando llantas y obstruyendo el acceso a depósitos de combustible, centros comerciales y algunas fábricas del país con ayuda de camiones. La razón principal es el rechazo a los impuestos que Macron impuso el año pasado sobre el diesel y la gasolina, diseñados para impulsar el uso de un transporte más friendly con el medio ambiente.
Aunque Macron no goza de una popularidad buena entre el pueblo francés, el mandatario no ha dado el brazo a torcer e insiste en que el gasolinazo es necesario para reducir la dependencia de Francia a los combustibles, incluso su gobierno ha ofrecido ayudas económicas para adquirir vehículos verdes o eléctricos. Sin embargo, para la clase media-baja del país esa no es una posibilidad, pues muchos ni siquiera pueden comprar un auto común, por lo que acusan a Emmanuel Macron de ser un mandatario elitista.
El 17 de noviembre pasado, cerca de 300 mil personas participaron en las primeras manifestaciones de los “chalecos amarillos” en Francia, lo que provocó que los ingresos diarios de los minoristas cayeran un 35%. Por otro lado, a las fuerzas de seguridad les preocupa que los extremistas de extrema izquierda y extrema derecha se infiltren en las manifestaciones, ya que eso aumentaría el desafío de controlar a las multitudes, tarea que la policía francesa ha estado tratando de hacer con algunas dificultades.