by FRANCISCO ALANÍS
Bien dicen que ‘el fútbol es lo más importante, de las cosas menos importantes’ y el Mundial de Qatar 2022 no es la diferencia. Entre las sorpresas, decepciones, golazos y nuevos récords que se han impuesto, es imposible ignorar la fotografía que se muestra del mundo en estos momentos, y como, de alguna u otra forma, el fútbol también nos lleva a reconocer y aceptar nuevas y crudas realidades.
Sí, el fútbol y puntualmente los mundiales nos brindan la oportunidad de conocer historias maravillosas y también de acercarnos a situaciones que sabemos que existen pero que por alguna u otra razón no nos atrevemos a profundizar.
Personalmente, Qatar 2022 ha sido para mi un viaje de contrastes, reflexiones, contradicciones y aprendizajes. Desde derrumbar falsos prejuicios sobre Medio Oriente, hasta entender por qué los cataríes apoyan y defienden con orgullo al Emir y su monarquía (Spoiler alert: No pagan impuestos, luz, agua, salud, educación, los sistemas públicos son eficientes y por si fuera poco, cuando te casas, te regalan un terreno y te dan préstamo sin intereses para construir tu casa).
Atravesando, por supuesto, el conflicto emocional de odiar a la FIFA y amar al fútbol. A dos semanas del inicio, y a dos semanas de que termine, estas son algunas de las lecciones de Qatar 2022.
La homofobia está mucho más presente de lo que creemos
Uno pensaría que a estas alturas, habríamos aprendido a respetar, a ser tolerantes y sobre todo a defender y garantizar los mismos derechos y libertades para todos, sin embargo eso es una falacia. Si bien es necesario señalar y condenar lo que ocurre en Qatar, no podemos ignorar lo que sigue ocurriendo en otras partes del mundo, incluido nuestro país, donde los crímenes de odio siguen ocurriendo con cotidianidad.
No hace falta agredir fisicamente a alguien para ser homofóbico o fomentar la discriminación, basta simplemente con echar un ojo a los miles de mensajes publicados en Twitter defendiendo la postura qatarí con la frase “su país, sus reglas”; lo cual nos habla del mucho trabajo que nos queda por hacer, no solo para visibilizar la problemática, sino también para concientizar y cambiar las falsas percepciones que podemos tener de “nuestra apertura”, “tolerancia” y un gran etcétera.
La criminalización de la comunidad LGBTQI+ en Qatar (y gran parte de los países de Medio Oriente) es una de las más grandes contradicciones de la FIFA y de este mundial, que predica ser el “mundial de la tolerancia y respeto”, en un país donde las relaciones homosexuales se castigan con hasta 7 años de cárcel.
Replanteó mi relación con el alcohol
Estoy seguro que este es un aprendizaje o reflexión aún más personal, pero no quería dejar de compartirla, pues mi experiencia en Qatar me ha ayudado a replantear la relación que solemos desarrollar con el alcohol, atribuyéndole la responsabilidad de la “diversión”, o los “buenos momentos”.
Los veinte días que llevo en Qatar (así como los viajes previos que realizamos este año) me han permitido ver que hay vida (y diversión) más allá del alcohol. Y no es que sea un borrachales, pero sí era de aquellos aficionados que no daba crédito a tener un mundial “seco”.
Para fortuna de todos, hay lugares donde se puede conseguir alcohol, y al final, eso da la libertad de decidir como, cuando, y cuánto consumir.
Un reportaje publicado por The Times señala que las mujeres que han asistido a algún partido del mundial de Qatar 2022 se han sentido mucho más seguras en los estadios, en comparación con experiencias previas en otros mundiales o competiciones, en donde hombres alcoholizados provocan un ambiente de tensión, violencia, insultos, chiflidos, y un gran etc.
Y si, me queda claro que el alcohol no es culpable de los comportamientos agresivos y machistas de nadie, simplemente me ha hecho replantear como asumimos que el tomar nos da licencia de hacer cosas que habitualmente no haríamos.
Al final, se extraña en el estadio, pero tampoco es el fin del mundo.
El fútbol también es protesta
Una de las historias más conmovedoras de Qatar 2022 la protagonizó la selección de Irán, cuyos jugadores permanecieron en silencio y decidieron NO cantar el himno antes de su primer partido frente a Inglaterra, como muestra de apoyo a las víctimas y de solidaridad con las protestas que desde hace varios meses denuncian la represión en su país.
Aunado a los jugadores, las tribunas de los estadios en donde jugó la selección iraní se llenaron de banderas y camisetas con las palabras “Women. Life. Freedom”, así como jersey con el nombre de Mahsa Amini.
Pero los jugadores de Irán no son los únicos que aprovecharon la vitrina del mundial de fútbol para alzar la voz en torno a una problemática social.
También lo hicieron los jugadores de Inglaterra, al poner una rodilla en el pasto previo a su debut mundialista para denunciar el racismo; en tanto que la selección alemana posó en su primera fotografía oficial de Qatar 2022 con las manos en la boca, denunciando la censura que impuso la FIFA a los países que pretendían vestir el brazalete “One Love” para visibilizar los derechos de la comunidad LGBTQI+, sin contar las cientas de banderas de Palestina que han adornado los estadios mundialistas.
Sí, el fútbol, también es un vehículo de protesta, y estoy seguro que si bien estos gestos no resuelven los problemas de raíz, si ayudan a dar visibilidad y que a partir de cada una de estas demostraciones, miles de personas nos hayamos interesado en conocer e informarnos un poco más de lo que ocurre en Irán y con cada una de esas problemáticas.
Ayudar no es tan difícil
Estoy convencido de que todos queremos ser agentes de cambio, y también estoy convencido de que muchas veces nos hemos preguntado ¿cómo podemos ayudar? La mejor respuesta, la han dado -de nueva cuenta- los aficionados japoneses que se han organizado para recoger la basura y dejar limpios los estadios en los que juegan.
Por si fuera poco, su carisma ha contagiado a aficionados de otros países, como Marruecos o incluso mexicanos que se han organizado para recoger basura al final de los partidos de sus selecciones, lo cual nos muestra lo simple que es hacer una acción que pueda mejorar nuestro entorno.
El chiste, es no hacerlo por el aplauso o reconocimiento público, sino por la convicción de respeto, gentileza y sobre todo, de generar impacto positivo a nuestro alrededor. Ya vimos, que ayudar no es tan difícil.
La migración enriquece países, culturas y selecciones de futbol
Es uno de los grandes problemas que afrontamos como humanidad. ¿Cómo repensar las fronteras y la migración en el siglo XXI? El fútbol nos muestra -una vez más- la manera en la que los migrantes terminan enriqueciendo países, sociedades y comunidades. Historias de chicos que llegaron a sus países como refugiados y se terminaron convirtiendo en figuras de sus selecciones, como la de Eduardo Camavinga con Francia o Alphonso Davies de Canadá son tan solo la punta del iceberg.
Virgil Van Dijk de Países Bajos, con su madre surinamesa; Kylian Mbappé brillando con Francia, y su padre camerunés; Bukayo Saka, de padres nigerianos que migraron a Inglaterra o Christian Pulisic, cuyo padre nacido en Croacia emigró a los Estados Unidos.
Pero también son las personas que vigilan, que limpian, que cocinan, que traducen, que manejan los camiones, que venden boletos, que desarrollan estrategias, software, etc. etc. etc.
Sí, vivimos en un mundo global que debe abrir oportunidades para todos, sin importar el lugar de nacimiento. La xenofobia disfrazada de nacionalismo, no puede tener cabida en ningún espacio, discurso ni país.