Afortunados aquellos que han podido admirar en alguna pintura al óleo una típica cocina poblana del siglo XIX con sus hermosos azulejos de talavera; el fogón y lavadero; además de los utensilios de la época con los que se preparaban y preservaban los alimentos. Pues fue uno de esos objetos, hoy extinto, el que dio origen a la frase “un ojo al gato y el otro al garabato”.
En las cocinas decimonónicas había un objeto conocido como garabato, y no, no era ese trazo irregular sobre el papel, sino un utensilio para preservar día y noche los embutidos, como el chorizo y el jamón curado; así como la carne y el pescado secos.
Recordemos que, a falta de refrigerador, el ingenio humano desarrolló el garabato, que mantenía frescos los comestibles simplemente con corrientes de aire. Este utensilio fue definido en el Diccionario Teórico, Práctico, Histórico y Geográfico de Comercio, escrito por Jaime Boy y publicado en Barcelona, España en 1840 como “un instrumento de madera, de que se sirven los mozos de cordel, para trasportar las mercancías y otros fardos, así llamado por unos bastoncitos en forma de garabatos que están en la parte inferior”.
De igual forma, la Real Academia Española define al garabato como el “instrumento de hierro con punta en forma de semicírculo, que sirve para tener colgado algo, o para asirlo o agarrarlo”.
En consecuencia, ya sea como tabla de madera o como un gancho de metal, el garabato permitía mantener en alto los alimentos no solo para mantenerlos frescos sino también para evitar que los gatos de la casa, o cualquier animal con garras, se hicieran de ellos.
Y es que cualquiera que haya tenido un gato como mascota sabrá que estos animales se caracterizan por su perserverancia y no solo eso, también por su agilidad, ya que pueden saltar hasta siete veces su altura, es decir, unos 3.5 metros.
En consecuencia, a pesar del garabato, las cocineras debían estar atentas para evitar que los felinos les robaran los embutidos.
Por último, esta frase, como muchas otras, fue pasando de boca en boca, generación tras generación hasta llegar hasta nuestros días para referirise a la necesidad de poner atención a dos cosas al mismo tiempo.
Y así fue como el refrán “un ojo al gato y el otro al garabato” se acuñó en las cocinas virreinales ante la necesidad de proteger la comida.
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A ti ciudadano. “Un ojo al gato y el otro al garabato”
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