El 12 de octubre de 1708, en medio de los ríos Sacramento y Chuvíscar, don Antonio de Deza y Ulloa, gobernador de la Nueva Vizcaya, estampa su firma en el acta de fundación del Real de Minas de San Francisco de Cuellar, que a través del tiempo llegará a ser la actual ciudad de Chihuahua.
La opulencia de los primeros tiempos fue grande, y por el año de 1718 el primitivo real mereció la atención del virrey marqués de Valero, quien le concede el título de villa y le cambia el nombre por el de San Felipe del Real de Chihuahua, título que conservó hasta la independencia de México, cuando pasó a ser capital del estado, asumiendo una nueva vida y estrenando su nombre actual de ciudad de Chihuahua. La huella del tiempo ha marcado a nuestra urbe, y en los tres siglos de su historia han quedado monumentos y templos que señalan de modo elocuente los hitos de su destino.
El primer templo que se construyó se dedicó a Nuestra Señora de Guadalupe. Muy cerca de la anterior capilla, en 1715 se levantará otra para la Tercera Orden de San Francisco, en cuyo presbiterio, en julio de 1811, fue sepultado el cuerpo del Padre de la Patria, don Miguel Hidalgo. Este templo de San Francisco es un ejemplo típico de la arquitectura misional de los franciscanos y el único que aún guarda dos magníficos retablos del siglo XVIII.
Pero la plata seguía fluyendo de las minas y dio para mucho más. Sustrayendo un real de cada marco que se producía en las vetas, en 1735 se empezó la construcción de una sinfonía de cantera que sería la actual catedral: indudablemente la mejor obra del barroco mexicano en el septentrión de la Nueva España. Se trata de un singular edificio por el equilibrio y la unidad del conjunto, que remata en dos esbeltas torres de cantera ocre, las cuales resaltan contra el azul cobalto del cielo. Una capilla anexa dedicada a la Virgen del Rosario es un exquisito relicario, extraordinario en el relieve de su fachada, que entabla una feliz competencia con las otras portadas del templo cargadas de follaje barroco y terminadas en roles y arcángeles.
Igualmente interesante es la capilla de Santa Rita, del siglo XVIII, otro recuerdo entrañable para los chihuahuenses. El culto de Santa Rita ha calado tan hondo en Chihuahua que la fiesta de la santa, el 22 de mayo, pasó a ser la feria más importante de la ciudad, y el pueblo la considera como su patrona, olvidando de paso a la que oficialmente se dedicó la parroquia, que fue Nuestra Señora de Regla. En esta pequeña iglesia resulta notable la armonía que se consiguió entre el adobe y la cantera, complementada con el artesonado de su viguería.
Pero no sólo iglesias nos dejó el virreinato, sino también mansiones y obras de arquitectura civil. El progreso demolió la mayoría de las casonas señoriales, pero salvó para la posteridad el antiguo acueducto con sus esbeltos arcos de medio punto y 24 metros de altura.
Volviendo al centro, en la Plaza de Armas vemos un quiosco de metal traído de París, el cual fue colocado en 1893 junto con las estatuas de fierro que adornan los arriates del jardín; aquí se yergue lleno de elegancia el actual Palacio Municipal, construido en 1906 por los ingenieros Alfredo Giles y John White; tiene un inconfundible sello francés de fin de siglo que remata en verdes buhardillas con claraboyas. Su Sala de Cabildos es muy elegante y sus vitrales son dignos de admiración.
Pero indudablemente que la mejor herencia que nos quedó del siglo pasado es el Palacio de Gobierno, cuya inauguración se realizó en junio de 1892. Este edificio es una muestra muy bien lograda del eclecticismo arquitectónico que imperaba en Europa.
Sería penoso omitir la presencia del Palacio Federal, inaugurado en 1910, dos meses antes de estallar la revolución. Este edificio se construyó donde antiguamente estuvo el Colegio de Jesuitas y después la Casa de Moneda. El Palacio Federal conservó respetuosamente el cubo de la torre que sirvió de prisión a Hidalgo y que aún puede visitarse.
Son muchos los monumentos que adornan a esta ciudad capital, sólo señalaremos algunos por considerarlos los más representativos: el dedicado a Hidalgo en la plaza del mismo nombre, formado por una esbelta columna de mármol que remata en una estatua del héroe en bronce. El de Tres Castillos en la Avenida Cuauhtémoc, que nos recuerda nuestras luchas durante 200 años contra apaches y comanches. El monumento a la Madre que nos dejó Asúnsolo enmarcado por una bella fuente y jardín y, claro, la obra maestra del mismo Ignacio Asúnsolo dedicada a la División del Norte, simbolizada en la mejor estatua ecuestre que logró el genial escultor parralense. Cerramos con broche de oro por donde se debe entrar: la Puerta de Chihuahua, del famoso escultor Sebastián, que se encuentra en la entrada de nuestra ciudad.
Si el visitante quiere deambular despreocupadamente por las calles de Chihuahua, se topará sin quererlo con residencias que lo obligarán a detenerse: la Quinta Creel, la Casa de los Touche y, por supuesto, la Quinta Gameros.
Pero si se quiere visitar museos, Chihuahua los tiene, y muy buenos: la Quinta Gameros, el Museo de Pancho Villa, el Museo Casa de Juárez y el Museo de Arte Moderno.
Las colonias del norte de la ciudad son modernas y con amplias avenidas arboladas. Recorra sus pasos a desnivel y váyase al periférico Ortiz Mena para que aprecie lo promisorio del futuro de esta ciudad… y le queden ganas de regresar otra vez a continuar disfrutándola.
El crecimiento impulsado por las minas y actividad de las haciendas que lo rodeaban continuó durante la colonia; debido a ello el 1 de octubre de 1718, se erige al Real de San Francisco de Cuéllar en Villa, con el nombre de San Felipe el Real de Chihuahua; San Felipe en honor al rey Felipe V de España y siendo utilizado por primera vez el nombre de Chihuahua.
En esta época es que también se resuelve la construcción de un templo parroquial digno para la villa, con ese objeto, el ayuntamiento resolvió imponer un impuesto especial a la plata extraída de las minas de Santa Eulalia y con ello se construyó el templo que hoy es la Catedral de Chihuahua.
Como en otras partes del México norteño, los peregrinos católicos influyeron grandemente en la era colonial, y la ciudad se convirtió en un punto de reunión para peregrinos que iban en camino de La Sierra, una región montañosa en la cual los indígenas todavía no se habían convertido al catolicismo. Así mismo fue construido en la ciudad un Colegio dirigido por la Compañía de Jesús y tras la expulsión de los jesuitas, el edificio del colegio fue utilizado como cuartel, cárcel y casa de moneda.
Los Realistas decidieron que el juicio a los insurgentes aprehendidos en Acatita de Baján se llevara a a cabo en Chihuahua. El 23 de abril de 1811, los prisioneros entraron a Chihuahua para ser juzgados y el 26 de junio son fusilados en el convento de San Francisco los insurgentes Ignacio Allende, Mariano Jiménez, Juan Aldama y Manuel Santamaría. El 30 de julio del mismo año, Miguel Hidalgo y Costilla es fusilado en los patios del hospital militar, lugar que anteriormente fue el convento de Loreto. Durante el resto de la guerra de independencia la situación en Chihuahua fue sin sobresalto alguno.
Una vez consumada la independencia mediante los Tratados de Córdoba, y tras el efímero Primer Imperio Mexicano, el 19 de julio de 1823 el Congreso de la Unión emitió un decreto por el cual dividía la antigua provincia de la Nueva Vizcaya en dos, la Provincia de Durango y la Provincia de Chihuahua, y señalaba por capital de esta última a la Villa de San Felipe el Real de Chihuahua, que a partir de ese momento quedaba erigida en ciudad, y recibía el nombre de Chihuahua.
Durante la Intervención estadounidense en México, Chihuahua fue ocupada por una columna del ejército estadounidense al mando de Alexander Doniphan, que procediendo de Nuevo México, había ocupado previamente Santa Fe y El Paso.
Para la defensa de Chihuahua se entabló con los invasores la Batalla de Sacramento, el 28 de febrero de 1847, en la población del mismo nombre localizada a unos 15 kilómetros al norte de la ciudad, con el resultado de la completa derrota de las fuerzas mexicanas que se dispersaron, el gobierno del estado se trasladó a Parral y el 1 de marzo el ejército estadounidense ocupó la ciudad.
El 7 de marzo de 1848, ocurrió la segunda ocupación de los angloamericanos y el gobernador Trías evacuó Chihuahua y la ocupó el jefe invasor Sterling Price. Esta situación se prolongó hasta el 25 de julio, día en que la capital fue desalojada por los invasores. Las autoridades legítimas se reinstalaron en su residencia oficial el 14 de agosto del mismo año.
El 12 de octubre de 1864, arribó a la ciudad el titular del Poder Ejecutivo Federal, el licenciado Benito Juárez, con motivo de los acontecimientos de la intervención francesa y el imperio. Venía acompañado de sus Secretarios de estado, despacharon en la residencia oficial del gobierno del estado.
Permaneció hasta el 5 de agosto de 1865, fecha en que tomó el camino de paso del norte; volvió a la capital el 20 de noviembre y el 9 de diciembre regresó a la frontera. La última temporada permaneció en Chihuahua del 17 de junio al 10 de diciembre de 1866.
El 2 de junio de 1876, se sublevó el coronel Ángel Trías a favor del Plan de Tuxtepec, se apoderó de la capital y cogió prisionero al gobernador constitucional, Antonio Ochoa. El sustituto nombrado por la legislatura, Manuel de Herrera, despachó sucesivamente en Cusihuiriachi, Guerrero y Camargo, levantó la guardia nacional y se unió a las tropas del gobierno.
Derrotados los porfiristas en el rancho de Ávalos el 19 de septiembre, las autoridades legítimas reanudaron el ejercicio de sus funciones en la capital.
El 6 de febrero de 1877, el general Juan B. Camaño, al frente de una brigada Tuxtepecana, ocupó la capital, depuso a las autoridades constitucionales, asumió los mandos político y militar del estado e inició la nueva era.
En los primeros años del siglo XX, en Chihuahua había más inversión extranjera en empresas no ferroviarias que en ninguna otra región del país, lo que permitió a los extranjeros infiltrarse en todos los niveles sociales y económicos locales.
A partir de 1908 empezó a desdibujarse el panorama de auge industrial, presentándose los primeros signos de la crisis económica y social que se agudizó en 1910, con motivo de los primeros estallidos revolucionarios. En 1911, la ciudad quedó en poder de los alzados bajo el mando de Pascual Orozco.
La reforma constitucional del 28 de octubre de 1911 suprimió las jefaturas políticas en el estado y creó el municipio libre. Esta disposición comenzó a regir a partir del día 1º de enero de 1912 y, desde entonces, cada municipio es administrado por un ayuntamiento electo popularmente, sin ninguna dependencia de los demás.
El 8 de diciembre de 1913, llegó al lugar Francisco Villa, aceptando el nombramiento de Gobernador Provisional del estado, que le otorgó una Junta de Generales. La capital del estado constituyó el centro de operaciones de la División del Norte.
El 13 de abril de 1914, Venustiano Carranza llegó a la ciudad de Chihuahua, procedente de Juárez, durante su cruzada en contra de la dictadura militar del general Victoriano Huerta.
A finales de enero de 1915, el general Francisco Villa, jefe supremo de las operaciones militares, expidió un decreto por el que se autorizaba a sí mismo para asumir la dirección de los negocios públicos en el territorio dominado por sus fuerzas y creó tres departamentos de estado para la atención de ellos: Relaciones Exteriores, Gobernación y Comunicaciones y Hacienda y Fomento. A través de estos departamentos el general Villa ejecutó todos los actos propios de un jefe de estado hasta fines del año de 1915.
A partir de 1920 comenzó la reconstrucción de la economía, resurgiendo algunas fábricas importantes de la época del porfiriato que habían cerrado con motivo de la revolución. Tal fue el caso de la industria cervecera, las fundiciones, las harineras y las textiles.
Los distritos siguieron manteniéndose pero exclusivamente como distritos con funciones judiciales, en octubre de 1921 el distrito Iturbide cambió de nombre por el de Aragón.
A partir de 1947, con la apertura de Cementos de Chihuahua, se inicia un cambio significativo en la industria, que se acentuó en 1960 con el establecimiento de maquiladoras de exportación en las ciudades de Juárez y Tijuana primero, y después en Chihuahua.
El 9 de noviembre de 1947, se inaugura nuevamente el Palacio de Gobierno, por el entonces presidente de la República, Miguel Alemán.
En 6 de julio de 1983, por primera vez el Partido Acción Nacional, con Luis H. Álvarez, gana las elecciones para el Ayuntamiento de Chihuahua. Es en este año donde el estado se pone en la mira de todo el país. A partir de este momento Chihuahua se convirtió en el referente obligado para las elecciones en los demás estados norteños y luego de toda la república.
Para 1984, la zona metropolitana de la ciudad de Chihuahua tenía 29 plantas maquiladoras en el Parque Industrial Las Américas, de las cuales destacaban las dedicadas a la producción de componentes eléctricos y electrónicos para exportación.
Fuentes:
Gobierno de Chihuahua.
Inafed.gob
wikivoyage.
Tripadvisor.
Viva aerobús.
México destinos.
Lánzate y viaja.
Rankea México.
Programa destinos México.
Wikipedia.
Festival internacional Chihuahua.