No renunciaremos a una patria más justa y generosa para todos
Por Marco Antonio Martínez Soto
La pésima administración de Javier Corral Jurado se evidencia más aún por el trato arbitrario, arrogante y despótico que ejercen los funcionarios de cuarta que se olvidaron de que son servidores públicos y que están al servicio del pueblo, pero que desde sus confortables despachos se dedicaron a mentir, a amedrentar e incluso a agredir los humildes campesinos, colonos, estudiantes, padres y profesores, organizados en el Movimiento Antorchista, olvidándose de que son precisamente los trabajadores los que pagan sus jugosos salarios.
El Movimiento Antorchista presentó al inicio de la administración en tiempo y forma el pliego petitorio en donde se enumeran las demandas urgentes y necesarias que se tienen en las comunidades, rancherías, colonias, escuelas, albergues estudiantiles, tales como lotes para construir una vivienda, paquetes de material (10 sacos de cemento subsidiado) para realizar reparaciones de las humildes viviendas que están en pésimas condiciones; reconocimiento de una escuela primaria, secundaria y una preparatoria que vienen funcionando desde la administración anterior y que reunieron todos los requisitos, incluidos los estudios de factibilidad, subsidio para la Casa del Estudiante Antonio Sosa Perdomo, que desde hace 36 años viene dando hospedaje y alimentación a jóvenes estudiantes que provienen de municipios lejanos a la capital y que el gobierno de Javier Corral, sin tomarse la molestia de buscar un pretexto para justificar esta arbitraria decisión, le negó todo apoyo.
De nada valieron los argumentos interpuestos por los peticionarios en las mesas de trabajo, las comisiones de todo tipo, las movilizaciones, las marchas y hasta los plantones, para sensibilizar y buscar alternativas de solución a las añejas demandas planteadas de los antorchistas. Siempre encontraron evasivas, compromisos incumplidos y, finalmente la amenaza velada de que, si continuaban con la insistencia por resolver el pliego petitorio que beneficiaría a más 30 mil familias de manera directa, nada se les resolvería, de plano (¿?).
Como evidencia irrefutable del desgobierno que caracterizó a la actual administración, tenemos el testimonio de una mujer honesta y trabajadora, la señora Artemia González Viga, quien por primera vez vio la luz el día 20 de octubre 1972, en un lugar remoto en el vecino estado de Durango, Bajío Redondo de Guanaseví. Debido a la pobreza de la familia, Artemia ingresó al internado de niñas San Juan de los Iturralde, donde cursó la escuela primaria; pero apenas cumplidos los 12 años de edad, se vino a trabajar a la capital de la plata, Hidalgo del Parral, en casa con una señora de abolengo, que le pagaba 5 pesos por semana, la comida y un catre que compartía con otra trabajadora doméstica. La explotación a la que fue sometida por su patrona, se volvió insoportable, al grado de que, a la edad de 15 años cumplidos, se escapó con un joven apuesto que llevaba leña a la casa donde trabajaba; de este joven matrimonio nacieron 3 hijos: Efrén, Erik Ricardo y Érika. Como pudieron, se trajeron a su madre de Durango, a doña Juana Viga, quien acabada de enviudar y se quedó sola en el rancho. Entonces comenzaron a buscar casa más grande donde instalase con sus hijos y la madre, rentaron en muchas vecindades, viejas y malolientes, sus hijos se casaron y trajeron a sus esposas, la familia se amplió. Y por la necesidad, comenzó buscar cómo hacerse de un lote para construir una vivienda propia donde instalar su numerosa familia. Así fue como llegaron al grupo de solicitantes de Antorcha Campesina, que se reúnen en el Campito de Beisbol en la Colonia Che Guevara.
Al final de la administración de Cesar Duarte, les fueron otorgados tres lotes: uno para ella, otros dos, uno para su madre Juana y el tercero para su hija Érika. Su anhelado sueño se le había hecho realidad; como pudo, pagó el enganche de sus terrenitos en la Tesorería Municipal, en la populosa colonia baluarte de la administración duartista, a la que incluso la denominaron Parral Vive, y se comenzó a realizar el sorteo de 500 lotes para familias precaristas, incluida doña Artemia y su familia.
Pero Javier Corral, en su revancha política contra la anterior administración, detuvo todo el trámite, e incluso le cambió el nombre a la colonia, pretextando corrupción en la compra del predio. Por esas venganzas y odios, la señora Artemia se quedó sin sus terrenos, a pesar de haber pagado más de 50 por ciento del costo y de tener además un la Carta de Asignación expedida por el Director de Desarrollo Urbano de Gobierno del Estado. Nada valió para los colonos parralenses, incluidos los cien organizados en Antorcha Campesina, que acariciaron la posibilidad de tener un patrimonio para su familia y a los que se les esfumó como agua entre los dedos, por la injusta decisión del Gobernador. Juana Viga, la madre de doña Artemia, murió sin haber visto realizado su anhelado sueño.
La mala administración de Javier Corral está por fenecer, y los antorchistas no dejarán de luchar hasta el último día de su mandato, como una muestra de dignidad y de la valentía que caracteriza al pueblo de Chihuahua. Conocedores de que la unión y la lucha del pueblo trabajador es la única vía para obtener una vida mejor, no renunciarán a su lucha por una patria más justa y generosa para todos.