En Carolina del Norte, donde viví una vez,
se producen 4 mil millones de huevos al año.
Esto es un poema, que incluye su proprio embrión.
(¡Oh disco germinal!) ¡Núcleo! ¡Nacimiento!
¡Sexo! ¡Fertilidad! ¡Carolina del Norte! ¡Qué
estado tan fértil! Salvo que su producto se come
sin eclosionar. (¿Quieres hablar del aborto?) ¡No!
¡Pero 4 mil millones de huevos! El poema podría estar
aquí, en la inmensidad que nuestras mentes pueden concebir,
en tantos humanos, hambrientos, voraces,
deseosos de huevos. Según mis cálculos, si
la gallina media pone un huevo al día (¿qué sé
yo?) se necesitan 10 millones de gallinas (y ¿cuántos
gallos?) para hacer 4 mil millones de huevos. Hagamos
una breve pausa para señalar que los poemas pueden ser
especulativos, informativos, ridículos,
y estamos contando sólo los huevos de gallina;
muchos otros animales de Carolina del Norte hacen
huevos. Entre otros, se encuentran unos 2
millones de mujeres fértiles, de las que desciende un
óvulo al mes lo que supone unos 24 millones de óvulos, año
tras año. Me resulta difícil escribir sobre Carolina
del Norte sin recordar a Melinda, que era… ¡más que
fértil! Pero ahora ya no se trata de agricultura, economía,
estadísticas, contenedores resistentes al estrés,
sistemas de distribución eficientes. Hay otros tipos de
hambre.
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