Durante los últimos 20 años, La Pasión de Cristo de Mel Gibson ha ayudado a millones de personas a interiorizar la entrega radical de Jesús en la cruz. El padre Miguel Segura, L.C. testigo privilegiado de su rodaje, y quien junto a otros sacerdotes Legionarios de Cristo asesoró espiritualmente a los productores de la cinta, ofrece a los lectores de Misión unas claves para sumergirse en la Pasión y para rezar con esta emblemática película.
Por Javier Lozano
Artículo publicado en la edición número 67 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.
“No tenía apariencia ni presencia; no tenía aspecto que pudiésemos estimar. Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el rostro”. Al leer el Canto del Siervo del profeta Isaías es posible situarse de inmediato en La Pasión de Cristo, la icónica película de Mel Gibson que de manera magistral muestra el sinigual sacrificio del verdadero “siervo doliente”.
Santo Tomás de Aquino afirmaba que en la cruz se halla “el ejemplo de todas las virtudes”: “El que quiera llevar una vida perfecta no necesita hacer otra cosa que despreciar lo que Cristo despreció en la cruz y apetecer lo que Cristo apeteció”. Y aunque en general los hechos de la Pasión son conocidos, hoy se “profundiza poco en lo que significó para el propio Cristo.
Y conocerla por encima puede vacunarte contra la posibilidad de ir más allá”, asegura a Misión el padre Miguel Segura, L.C., quien extrae de esta película numerosas lecciones.
1. Un amor imparable
La primera pista para profundizar en la Pasión es, a su juicio, verla en clave de amor. Del corazón de Jesucristo se desprende una lluvia de gracias que puede cambiar la propia vida. “No es recrearse en una tortura, sino ver lo que fue capaz de hacer Cristo por mí, de todas las pruebas que quiso pasar para recordarme que su amor es imparable”, señala el padre Segura.
Y es que “si buscamos el amor más perfecto, encontramos el de Jesucristo en la Pasión. No se acaba nunca. Ni nuestras traiciones ni humillaciones lo detienen. Si conociéramos esta forma de amar, se acabarían, por ejemplo, los problemas en el matrimonio.
Todo sería perdonable, comprensible, tendríamos paciencia sin límite. Si viviéramos así, sería el Cielo en la Tierra. Jesús, en vez de explicárnoslo, nos toma de la mano y nos enseña con su Pasión cómo hacerlo”, añade.
2. Despojados de todo
Aunque la Iglesia ha mostrado siempre el misterio de la Pasión, el padre Segura recalca que seguirá siendo una fuente inagotable de alimento espiritual. Son numerosos los detalles de los que obtener una ayuda para la vida de fe. Como la relación entre la Eucaristía y el lavatorio de los pies. “Con su paño Jesús recoge la suciedad de nuestros pies, nuestros pecados, y eso pasa en cada Misa. Es la entrega total de Jesucristo.
Ese gesto de ver a Dios arrodillado lo cambia todo, pues ya no se vive la vida desde una dinámica de poder, sino de servicio”, señala. La “radicalidad de su entrega” también se observa en cómo fue crucificado prácticamente desnudo. Aun siendo el Hijo de Dios, “se despoja de todo, mientras que nosotros queremos seguirle sin despojarnos de nuestra vanidad o del amor a la propia imagen”.
“En la Pasión Él nos toma de la mano y nos enseña que todo se puede perdonar”
3. Velar y orar continuamente
Un aspecto en el que considera que los cristianos profundizan menos es en las “horribles burlas” que sufrió Jesús. Con la corona de espinas y burdamente disfrazado con el cetro y el manto, se mofaban de Él y le golpeaban.
Pero a pesar de ello Cristo “no renunció a su título de Rey”. Lo hizo así por un profundo amor a sus hijos, y surge una importante pregunta que formula el sacerdote: “¿Por qué no vamos a soportar que se mofen de nosotros si Él lo quiso hacer por ti y por mí?”.
La manera de vencer la tentación es uno de los grandes ejemplos de la Pasión, una enseñanza que puede ser cuestión de vida o muerte para un creyente. “Nos muestra que existe un tentador que además nos quiere apartar de la voluntad de Dios. Y más ahora en una cultura que solo acepta aquello que se puede tocar, que excluye lo trascendente y la existencia de este tentador”.
Jesús podría haber elegido otro camino. Aun así, aceptó la cruz como “un cordero llevado al matadero” y venció a aquel que le tentaba con dos armas que se citan en las Escrituras: velando y orando. Y no olvidó recordarlo a sus discípulos: “Velad para que no caigáis en tentación”.
4. Con el diablo no se dialoga
El diablo aprovecha la tentación para que la persona piense únicamente en sí misma. Pero mientras el tentador actúa, Cristo enseña con su Pasión la forma más eficaz de vencer: “Con el demonio no se negocia. No se le escucha. Se responde hablando con Dios”.
¿Qué quiere Jesús mostrar al mundo en el Calvario? “Que vales hasta la última gota de su sangre. Esto vale para todos nosotros. Aunque le traiciones o seas un cobarde, quiere que te quede clara la sobreabundancia de su amor”, responde el sacerdote.
Desde dentro de La Pasión de Cristo
El padre Miguel Segura, L.C. acudió al set de rodaje en numerosas ocasiones. También Mel Gibson y Jim Caviezel visitaron varias veces a los Legionarios de Cristo en Roma durante aquellas semanas, por lo que guarda un buen número de anécdotas y recuerdos.
Presencia de Dios en el rodaje. Uno de los aspectos que más le llamó la atención fue el ambiente.“En el set pasaba lo que dice el Evangelio: ‘Una fuerza salía de Él que sanaba a todos’”.
En una de esas jornadas saludó a un joven actor que estaba allí porque era amigo de Caviezel. Se estaba rodando la escena de la coronación de espinas y aquel artista sacó un rosario.
El padre Miguel le preguntó si era católico. Le desveló que en la próxima Semana Santa sería bautizado. “Allí podías contemplar a Jesucristo a través de algunos actores. De hecho, los sacerdotes pudimos confesar a varias personas en el set”, agrega.
La película fue concebida como una misión. Recuerda que para el equipo fue un “calvario” porque había muchas personas en contra del filme. Pero respondieron rezando más.
Destaca la actitud de Jim Caviezel, que “intentó en todo momento identificarse con lo que Jesucristo sentía, y después de rodar rezaba el rosario todos los días. También Mel Gibson iba a misa cada jornada durante el rodaje”.
La huella de los personajes. Otra anécdota es la que vivió con Luca De Dominicis, actor que daba vida a Herodes. En un momento de parón se acercó a él y le preguntó qué le había impresionado más de su personaje.
Y él contestó: “Que estoy delante de Dios y no lo reconozco”. El padre Segura cuenta que en esa escena Mel Gibson insistió en que Jesús no hablara con Herodes porque “Dios no puede hablar con el superficial”.