Por: José Luis Jaramillo Vela
Para entrar un poco en el contexto del porqué se daban estas negociaciones y anexiones con carácter expansionista, recordemos que desde el establecimiento de las “Trece Colonias”, por parte de colonizadores exiliados ingleses, escoceses e irlandeses, y la posterior fundación de Estados Unidos, la visión de estos fundadores fue muy clara: que éste nuevo territorio sería solo para el nuevo país, sin intervención de Inglaterra, ni de ningún otro país o monarquía, y para éstos fundadores de Estados Unidos, en su visión estaba la idea del “Destino Manifiesto”, que no era otra cosa más que la idea de que la divinidad les había otorgado este continente para ellos; ya hablaremos de éste interesante tema del Destino Manifiesto, en posterior reseña.
Como claros antecedentes de los afanes y de los apetitos expansionistas de Estados Unidos, están los casos de la Florida, la Luisiana y México; en 1803 el Presidente de Estados Unidos, Thomas Jefferson se da cuenta de que Francia le iba a entregar a Inglaterra la Luisiana a cambio del norte de Italia y la Toscana, Jefferson no quiere a Inglaterra en sus narices, entonces le propone a Napoleón Bonaparte comprar los territorios de Luisiana; Napoleón accede y se la vende en 23,214,568 dólares y con esta compra, Estados Unidos se hace de lo que hoy son los estados de Luisiana, Arkansas, Missouri, Iowa, Oklahoma, Kansas, Nebraska, Minnesota, Montana y Wyoming, la mitad de Colorado y una pequeña porción en el noreste de Nuevo México.
Luego en 1821, el Presidente de Estados Unidos, James Monroe, le propone al Rey de España, Fernando VII la compra de la Península de la Florida en cinco millones de dólares, España accede y se firma el tratado, pero Monroe se queda con la Florida y nunca, hasta la fecha, se le pagó un solo dólar a España, y no sólo eso, sino que también le invadió a Cuba y Puerto Rico. Con este atraco, Estados Unidos se hace con los actuales estados de Mississippi y la Florida, y Monroe acuña su famosa frase: “América es para los americanos”, lema de la “Doctrina Monroe”.
Años más tarde, en 1848 el Presidente de Estados Unidos, James Polk invade a México y obliga a Santa Anna a venderle en quince millones de dólares los territorios al norte del Río Bravo, bajo la amenaza de apoderarse del país; con esta compra, Estados Unidos se hace de los actuales estados de Texas, Nuevo México, California, Nevada, Utah, y la mitad de Colorado.
Con estos antecedentes, en 1867, el Presidente de Estados Unidos, Andrew Johnson, ve otra oportunidad de anexión y le instruye al Secretario de Estado, William Henry Seward que vea la posibilidad de negociar por los territorios de Alaska, hasta ese entonces propiedad del Imperio Ruso, y Seward comienza a explorar la posibilidad, encontrando oposición clara de la prensa y de la opinión pública estadounidense, misma que considera como una locura y un disparate de que su gobierno fuera a gastar tanto dinero en una región tan remota y separada del País, pronto la comenzaron a llamar “La nevera de Seward” o “El Parque de osos polares de Johnson”, pero Seward y el Presidente Johnson están convencidos de ello e inicia a cabildear con el Congreso, encontrando un gran aliado en la figura del poderoso e influyente Senador Charles Sumner de Massachusetts. Sumner de inmediato puso en práctica sus artes políticas y de magnífico orador, convenciendo a muchos congresistas, a la prensa y por consecuencia a la opinión pública; de pronto la propuesta de compra sobre el Territorio de Alaska contó con la aprobación del Congreso y de la opinión pública; pero ¿cómo le hicieron para ganarse la aprobación general?, aprovechando el momento histórico (coyuntura política se diría hoy), los afanes de riqueza de la gente y los sentimientos anti británicos de los estadounidenses.
Veamos primero los argumentos sobre los hechos históricos y nos daremos cuenta de cómo y cuánto cambia la política, la geopolítica y las relaciones entre los países; Rusia y el Imperio Ruso de los Zares, fueron el único país en el mundo que apoyó al gobierno del Presidente Abraham Lincoln y al Ejército de la Unión en contra del Ejército de los Estados Confederados del Sur en la “Guerra de Secesión” o “Guerra Civil de Estados Unidos”; Rusia ya era una potencia, y sus principales enemigos eran el Imperio Británico y Francia, mismas potencias que deseaban invadir a Estados Unidos aprovechando su guerra civil, por este motivo Rusia apoyó a Estados Unidos. El Zar Alejandro II (Alexander Nikolayévich Romanoff), Zar de todas las Rusias, envió a los buques de la Flota del Pacífico con sede en Vladivostok para patrullar las costas del Pacífico estadounidense que ya era acechado por barcos chinos y por contrabandistas mexicanos; por el otro lado, envió a los buques de la Flota del Norte o Flota del Ártico o Flota Polar como también era conocida, desde Severomorsk, Murmansk y Arkhangelsk, a patrullar las costas del Atlántico estadounidense y del Golfo de México, con éste despliegue naval, la Armada Británica y la de Francia que ya estaban en las Islas Bahamas, listas para invadir a Estados Unidos en apoyo al Ejército de los Estados Confederados del Sur, se vieron
inhibidas, decidieron regresar y ambos países prefirieron mantenerse neutrales para no entrar en conflicto con Rusia. El Gobierno de Estados Unidos valoraba mucho el apoyo recibido de Rusia, que en ese momento (quien lo iba a pensar), era su principal y único aliado.
Otro argumento esgrimido por el gobierno y con el cual se ganaron la voluntad de la población, fué el de la gran cantidad de recursos naturales de Alaska, como madera, pesca, pieles, minería, sobre todo la minería ya que se habían encontrado los yacimientos de oro del Klondike en Canadá, y se suponía que en Alaska habría mucho oro, toda esta cantidad de potencial riqueza, enamoró a la población; para ello se valieron de los testimonios que brindaron geógrafos, navegantes y exploradores como Alexander von Humboldt, James Cook, Joseph Billings, Fyodor Petrovich Litke y otros más, quienes hablaban maravillas de los Territorios de Alaska, provocando los deseos de miles de estadounidenses entusiasmados que ya querían irse a probar fortuna en Alaska, y todavía no era de ellos.
Otro argumento era el de tipo político, con el que convencieron al Congreso y movieron el lado patriótico de la población. El Secretario de Estado, William H. Seward, promovía la expansión y la grandeza del País, y argumentaba el interés estratégico de Alaska, y tenía razón, porque al ser Inglaterra su principal enemigo, los ingleses ya tenían controlado a todo Canadá, incluyendo a la parte francesa; entonces si Estados Unidos entraba en posesión de Alaska, de esa manera, tendrían encajonados a los ingleses y frente a Alaska estaba su gran aliado Rusia; entonces sí era un punto estratégico para Estados Unidos. La población estadounidense no quería saber nada de Inglaterra ni de la Corona Británica, pues sabían que sus ancestros fueron exiliados de allá hacia América.
Por otra parte, el Imperio Ruso estaba atravesando una difícil etapa financiera debido a los excesos, derroches, frivolidades y una muy mala administración de los Zares sobre los fondos públicos de Rusia y estaban temerosos de que si Inglaterra y Francia se enteraban de ello, muy posiblemente tratarían de invadirlos y perderían no solo Alaska, sino gran parte de su territorio; sin embargo, la opinión pública rusa, en principio tampoco estaba de acuerdo en que se vendiera Alaska, porque pensaban que se podía invertir en esos grandes recursos naturales y creían que a los Zares ni les interesaba Alaska ni tenían visión de Estado; por su lado, el Imperio Ruso argumentaba que Alaska estaba casi a ocho mil kilómetros de San Petersburgo, que en esa época era la capital rusa y que era imposible administrarlo ni enviar suministros hasta esa región.
Después de un mes de intensas negociaciones que iniciaron el 1 de marzo de 1867, por fin a las cuatro de la madrugada del 30 de marzo de 1867, se llegó a un acuerdo final sobre la operación de compra-venta de el Territorio de Alaska, quedando estipulado un precio final de 7,200,000 dólares, firmando el acuerdo por Estados Unidos el Secretario de Estado, William H. Seward, el Senador Charles Sumner, Frederick W. Seward y William Hunter; por Rusia firmaron Vladimir Vasiliyevich Bodiscov, Embajador de Rusia en Washington y Eduard Andréyevich Stekl, encargado de negocios de la misma Embajada. Con esta compra, Estados Unidos se hizo del actual Estado de Alaska, el más extenso de Estados Unidos que comprende todo el territorio continental, el archipiélago que bordea el Pacifico
canadiense, las islas Aleutianas y la Isla Diomede Mayor que marca la frontera con Rusia en el Océano Ártico con la Isla Diomede Menor, propiedad de Rusia. El Senado de Estados Unidos ratificó el Tratado el 9 de abril de 1867 con un total de 37 votos a favor y dos en contra, sin embargo la Cámara de Representantes demoró el pago a Rusia por más de un año. El 18 de octubre de 1867, en el poblado de Sitka, Alaska, el General Lovell Rousseau, a nombre del Presidente de Estados Unidos, Andrew Johnson, recibe el Territorio e Islas de Alaska de parte del General Aleksei Peschurov, quien a nombre de Su Majestad Imperial, El Zar Alejandro II, hace entrega formal del Territorio de Alaska, arriándose la Bandera Rusa e izándose la Bandera de Estados Unidos, nombrándose como primer Gobernador Provisional al General Jefferson Davis. Al recibir el territorio, Alaska estaba poblada por dos mil quinientos rusos, ocho mil aborígenes nativos americanos y aproximadamente cincuenta mil esquimales de las etnias Inuit, Aleutas, Inupiak, Yupik, Alutiiq y Tlingit. El gobierno de Estados Unidos ofreció que todos aquellos que desearan permanecer en Alaska, serían acogidos por sus leyes y obtendrían de inmediato su nacionalidad estadounidense, quienes desearan salirse, podían abandonar el territorio, vía Canadá o vía Rusia. Finalmente, el 1 de agosto de 1868, Estados Unidos emite el cheque por 7,200,000 dólares como pago total por Alaska.
En la actualidad, la operación de compra-venta de Alaska, está considerada en términos mercantiles, como la operación más rentable que se haya hecho en la historia, ya que Estados Unidos pagó 7,200,000 dólares, tomando en cuenta la inflación, serían unos cien millones de dólares actuales, lo cual ya de por sí es muy barato; pero si se toman en cuenta los miles de millones de dólares con los que diariamente se beneficia Estados Unidos a través de la explotación petrolera y gasera, la pesca intensiva en alta mar, la minería de oro y carbón y la industria maderera, resulta una verdadera ganga; por el contrario, se considera que Rusia hizo el peor negocio que nadie ha hecho en la historia, al faltar visión de Estado a los Zares para administrar y explotar su propio territorio.
Cosas del destino y de la política, hoy Estados Unidos y Rusia son acérrimos adversarios e Inglaterra y Francia son los principales aliados de Estados Unidos.
El nombre Alaska proviene del vocablo “Alyeska”, que en lengua aleuta significa “Tierra Firme”, o “Tierra Grande”.