Omar Peralta
Sí, puedes ser fan de Taylor Swift y criticar la huella de carbono de ella y de otros multimillonarios
Sí, pero otros multimillonarios contaminan más que Taylor Swift. El debate del momento lo ha despertado el uso que la megaestrella pop hace de su jet privado y la consecuente huella de carbono que deja en el planeta. El seguimiento de Jack Sweeney, estudiante universitario, ha sido ya absorbido por el equipo legal de la cantante, que le ha solicitado que deje de hacerlo. Los motivos tienen que ver con la seguridad de Swift, que ha experimentado diversos problemas con acosadores a lo largo de su carrera.
La información que ha usado Sweeney proviene de la Administración Federal de Aviación (FAA en inglés). Los abogados de la intérprete alertan sobre riesgos para ella: «(debe detener los) comportamientos de acecho y acoso, incluida la publicación constante de información precisa y en tiempo real sobre la ubicación de nuestro cliente y su futuro paradero al público en las redes sociales». En 2022, Elon Musk, que había sido exhibido por Sweeney, logró cerrarle una cuenta de Twitter al joven. La discusión está sobre la mesa y es pertinente tomarla en serio. No se trata sobre Taylor Swift o no sólo sobre Taylor Swift.
Hubo mucha prisa en hacer que el tema girara en torno a ella. Por eso, hay quienes se han apresurado a publicar y difundir el listado de las 30 celebridades que más contaminan con sus vuelos privados, y entre los cuales no aparece Swift. Entonces, ya que no está ahí, parece poco importante reparar en el viaje (26 de diciembre) de una hora con seis minutos que hizo de Nashville, Tennessee a Kansas City, Missouri, en el que emitió 4 toneladas de CO2—dióxido de carbono, gas de efecto invernadero, cuyo exceso contribuye al calentamiento global—.
O el vuelo (22 de enero) que hizo de Morristown, Nueva Jersey a Buffalo, Nueva York (53 minutos), que emitió otras cuatro toneladas de CO2 (una persona común emite, en promedio, hasta 5.5 toneladas al año). Según documentos obtenidos por Daily Mail, Taylor Swift vendió su Dassault Falcon 900LX el pasado 30 de enero. El precio, por el uso y desgaste, fue de 7 millones de dólares (costo original de 40 millones). El comprador fue Car Shield, una compañía de seguros de automóviles son sede en Missouri.
Pero, una vez establecido el comportamiento y el impacto de los vuelos de la cantante durante los últimos años, corresponde poner la mira en el ámbito general. Y darle atención global a ese listado de las 30 personas que más contaminan según myclimate carbon tracker, y cuyo top 10, durante 2023, ocupan: Travis Scott, Kim Kardashian, Elon Musk, Beyonce y Jay-Z, Bill Gates, Steven Spielberg, Tyler Perry, Leonard Blavatnik, Kylie Jenner y Celine Dion —Swift no está en los 30 primeros lugares—. En 2022, Taylor Swift apenas entró en el lugar 29 en la categoría de jets privados. Todo puede consultarse aquí. Otras fuentes, como la agencia Yard, establecieron que en 2022 Swift era quien más contaminaba por uso de jet privado (su equipo respondió que el avión era rentado a otras personas también, pero de cualquier modo, ese ingreso pertenece a Swift, por lo que no resta responsabilidad).
En todo caso, el debate se torna absurdo: determinar quién contamina menos entre un grupo que contamina más que cualquier ser humano promedio. Hay más interés en criticar o defender a Taylor Swift que en atender el tema central: la abundancia de vuelos privados entre un mínimo grupo de privilegiados, los cuales emiten dióxido de carbono a placer sin freno alguno. Mientras a las personas comunes se les pide que contaminen menos, que tengan consciencia para generar el cambio de rumbo que el planeta necesita, los multimillonarios, célebres y poderosos, destrozan el medio ambiente con todo un compendio de costumbres que se forman parte de su rutina. Y después viene el tema de las empresas multinacionales, que hacen ver lo de los jets como un juego de niños.
No es nuevo saber que al mundo le cuesta trabajo desprenderse de los fanatismos. Y Taylor Swift, la estrella musical más popular de la última era, puede polarizar. Pero esto no es sobre ella. Sus fans deben comprender que no es excluyente sentir admiración por su música y cuestionar sus prácticas. Pero tampoco es válido elaborar discursos de odio contra ella cuando está lejos de ser la única practicante de estos vuelos ultracontaminantes.