DIana Pinedo
19 de abril se cumplen 100 años del asesinato de Emiliano Zapata, en la Hacienda de Chinameca en el estado de Morelos a manos del coronel carrancista Jesús Guajardo, y para conmemorarlo, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha declarado este 2019, como el año del “Caudillo del sur”, como se le conoce al héroe revolucionario.
Originario del estado de Morelos, Emiliano Zapata Salazar nació el 8 de agosto de 1879 en Anenecuilco. Zapata provenía de una familia de luchadores y héroes nacionales, su abuelo materno, José Salazar, militó en el ejército de José María Morelos y Pavón durante el sitio de Cuautla y sus tíos paternos Cristino y José Zapata lucharon en la guerra de Reforma y contra la Intervención Francesa. Él mismo supo hacer honor a su estirpe y se convirtió en un ícono de la rebelión y la lucha social.
A 100 años de su asesinato, su legado está más vivo que nunca. En el Panteón de los Héroes Nacionales, nadie tiene las características que reúne la efigie del Caudillo del Sur, que ha pasado a la historia como símbolo de la lucha por la “Tierra y Libertad”, lema creado por el anarquista e ideólogo de la Revolución Mexicana, Ricardo Flores Magón, que retomó Zapata para liderar la revuelta campesina en 1911.
Zapata y la Revolución Mexicana
Luego que Francisco I. Madero lanzara el Plan de San Luis, convocando a levantarse en armas el 20 de Noviembre del 1910, Emiliano Zapata, que había sido caballerango en la hacienda de Ignacio de la Torre y Mier, yerno del presidente Porfirio Díaz, se adhirió al Plan de Madero, entusiasmado por el ofrecimiento del entonces líder revolucionario, de restituir la tierra a sus legítimos dueños los cuales habían sido despojados de ella, gracias a la Ley de Terrenos Baldíos, promulgada el 15 de diciembre de 1883.
Dicha ley, extensión de la Ley Lerdo, afectó a 49 millones de hectáreas entre 1884-1907, la cual benefició principalmente a los terratenientes. “El resultado de este despojo, además de la concentración latifundista de la tierra, fue el crecimiento gigantesco del número de peones agrícolas que para 1910 eran más de 3 millones a cambio de tan sólo 840 grandes hacendados”. [[1]]
Francisco I. Madero en el Plan de San Luis, en su artículo 3, dice: “Abusando de la ley de terrenos baldíos numerosos pequeños propietarios, en su mayoría indígenas, han sido despojados de sus terrenos, ya por acuerdo de la Secretaría de Fomento, o por fallos de los Tribunales de la República. Siendo de toda justicia restituir a sus antiguos poseedores, los terrenos de que se les despojó de un modo tan inmoral, o a sus herederos, que los restituyan a sus primitivos propietarios, a quienes pagarán también una indemnización por los perjuicios sufridos…” .[[2]]
De inmediato Emiliano Zapata, que llevaba tiempo interesado en el tema del despojo de tierras, apoyó el movimiento de Madero y se levantó en armas en marzo de 1911, en Morelos. Con el triunfo de Madero en mayo del mismo año, en Ciudad Juárez y la caída de Porfirio Díaz, las diferencias entre ambos no tardaron en hacerse presentes.
Convencido de la traición de Madero, el 28 de noviembre de 1911 lanzó el Plan de Ayala, el cual fue redactado por el maestro y líder campesino Otilio Montaño, en dicho documento desconoce al Presidente, y lo culpa de haber abandonado los ideales proclamados en el Plan de San Luis, los cuales él retoma. En el documento califica de “precipitada” a la Revolución y afirma que el pueblo había derramado su sangre “para para conquistar sus libertades y reivindicar sus derechos conculcados, y no para que un hombre se adueñara del Poder violando los sagrados principios que juró defender bajo el lema de “Sufragio Efectivo,” “No Reelección”. [[3 ]]
Además acusa a Francisco I. Madero de “multiplicar las desgracias a la patria de una manera solapada y ridícula, no teniendo otras miras que satisfacer que sus ambiciones personales, su desmedidos instintos de tirano y su profundo desacato al cumplimiento de las leyes preexistentes emanadas del inmortal Código de 57 escrito con la sangre de los revolucionarios de Ayutla; teniendo en consideración: que el llamando Jefe de la Revolución Libertadora de México C. don Francisco I. Madero, no llevó a feliz término la revolución que tan gloriosamente inició con el apoyo de Dios y del pueblo, puesto que dejó en píe la mayoría de poderes gubernativos y elementos corrompidos de opresión del Gobierno dictatorial de Porfirio Díaz”. [[4]]
Asimismo afirma, que “no admitirá transacciones ni componendas políticas hasta no conseguir el derrocamiento de los elementos dictatoriales de Porfirio Díaz y Don. Francisco I. Madero; pues la Nación está cansada de hombres falaces y traidores que hacen promesas como libertadores pero que al llegar al poder, se olvidan de ellas y se constituyen en tiranos”.[[ 5]]
Pero el Plan de Ayala no es sólo una diatriba contra el presiente Madero, en él también se ve reflejado el ideario político y social de Emiliano Zapata y de los demás firmantes, el cual hacen de la propiedad de la tierra el eje central de sus principios. En dicho documento, en sus artículos 6 y 7, está el antecedente del artículo 27 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
En dichos artículos afirma “que los terrenos, montes y aguas que hayan usurpado los hacendados, científicos o caciques a la sombra de la tiranía y de la justicia venal entrarán en posesión de estos bienes inmuebles desde luego, los pueblos o ciudadanos que tengan sus títulos correspondientes de esas propiedades, de las cuales han sido despojados, por la mala fe de nuestros opresores”.[[ 6]] Además de estar las bases de la Reforma Agraria Mexicana.
Tras el lanzamiento del Plan de Ayala, Madero envió al Ejército Federal a combatir a Zapata. A la muerte de Madero, Huerta intentó pactar la paz con Zapata pero éste se negó, y fusiló al emisario enviado por el usurpador: el padre del revolucionario chihuahuense Pascual Orozco, del mismo nombre.
Para 1914 Zapata contaba con un ejército de 27,000 hombre y controlaba Morelos y parte del Estado de México, Guerrero, Puebla y Tlaxcala. Tras la fallida Convención de Aguascalientes, convocada por Venustiano Carranza, para hacerse del control de las diferentes facciones emanadas de la Revolución, el Jefe Constitucionalista fue desconocido por Zapata y Villa. Éstos últimos se reunieron en la Ciudad de México a finales de 1914 y formaron una alianza militar entre ambos ejércitos. Villa se unió al Plan de Ayala, pero se negó a aceptar las acusaciones a Madero y se comprometió a enviarle armas al líder campesino.
Luego del triunfo del bando Constitucionalista, el Primer Jefe, encomendó al general Pablo González apaciguar al Caudillo del Sur. En 1918 ya sin el apoyo de las armas que le enviaba Francisco Villa y el programa agrario llevado a cabo por el bando ganador, comenzó el decline de la causa zapatista, empezó una guerra de guerrillas contra el gobierno de Carranza.
Engañado por el coronel gonzalista, Jesús Guajardo; el 10 de abril de 1919, fue llevado con falsas pretensiones a la Hacienda de Chinameca para negociar una alianza y la entrega de parque. Fue emboscado y asesinado apenas cruzó el dintel, Zapata iba acompañado de una escolta de sólo diez hombres.
A la muerte del Caudillo, Gildardo Magaña Cerda fue nombrado jefe del Ejército Libertador del Sur, unos meses después los antiguos compañeros de Zapata se integrarían al movimiento aguaprietista, que desconoció a Carranza, aunque muchos de ellos serían asesinados por el mismo gobierno de Álvaro Obregón.
El legado de Zapata
A 100 años de su asesinato el legado de Zapata está más vivo que nunca. La figura del revolucionario está asociado a la lucha social y a la reivindicación de los derechos de los oprimidos, una idea muy presente especialmente con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia, el primer gobernante abiertamente de izquierda en nuestro país, que ha hecho del fin de los privilegios de las clases gobernantes, parte importante de su discurso.
Desde la ciudad Ayala, en Morelos, López Obrador firmó el 12 de enero la declaratoria de homenaje a Emiliano Zapata este 2019, dentro del marco de los 100 años de su asesinato, en reconocimiento por su lucha en la defensa de los derechos de los campesinos.
“Todo este año habrá un programa para recordar a Zapata y toda la papelería del Gobierno va a llevar su nombre y se va a recordar al ‘Caudillo del sur‘. Su pensamiento y acción caló hondo y como se grita todavía ¡Zapata vive!”, dijo López Obrador.
El 2019 será el año del Caudillo del Sur, una de las figuras más importantes de la Revolución Mexicana, cuya memoria pervive cien años después de su muerte y desde hoy se fortalecerá más con los homenajes que se le rendirán este 2019.
El mandatario recordó que Zapata, como muchos otros luchadores sociales, “son eternos”, porque en las distintas épocas de la historia de México han luchado y han ofrecido su vida por la justicia, la libertad y la democracia, como ocurrió con el revolucionario.
Como un permanente homenaje a Zapata, López Obrador remarcó que el Gobierno mexicano dedicará este año a rememorar el centenario de la muerte del revolucionario.
“Zapata inició el movimiento revolucionario, ayudó a los campesinos a rescatar las tierras que las haciendas le habían arrebatado. Esa fue una enseñanza mayor: no al abuso, no a la prepotencia, si a la justicia”, apuntó López Obrador, quien estuvo acompañado en el acto, por familiares de Zapata.
1 María Eugenia Martínez, El Porfiriato, CCH/UNAM, México, 2008.
2 Francisco I. Madero, Plan de San Luis, artículo 3. San Luis Potosí, 5 de octubre de 1910.
3 Plan de Ayala, 28 de noviembre del 1911.
4 Ibidem.
5 Ibidem.
6 Ibidem.