La columna
POR CARLOS JARAMILLO VELA
· Trump – López Obrador… un encuentro de connotación electoral.
· Respuesta de Campos a Corral: bofetada con guante blanco.
Múltiples comentarios ha suscitado la visita del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, a su homólogo estadounidense, Donald Trump. Una de las principales controversias desatadas por la inusual gira es el escenario electoral en medio del cual habrá de desenvolverse, pues en noviembre del año actual el pueblo norteamericano acudirá a las urnas para determinar si reelige a Trump o le confiere la presidencia del país al candidato demócrata Joe Biden, a quien las encuestas dan por favorito. La antesala electoral y la ventaja del partido demócrata son precisamente los principales elementos que los analistas han tomado en cuenta para advertir sobre el riesgo político que implica el viaje de AMLO a Washington.
El manejo de la crisis de salud y la pérdida de millones de empleos, así como los recientes actos de violencia racista contra ciudadanos afroamericanos -con desenlaces trágicos-, han hecho que Trump pierda el respaldo mayoritario de los ciudadanos. Por ello, los sondeos de opinión revelan que si hoy fuera la elección Joe Biden se alzaría con el triunfo. Ante tal situación, y faltando solo 16 semanas para los comicios, es evidente que el círculo de asesores de la Casa Blanca está tratando de desplegar en modo urgente estrategias que permitan colocar al presidente Trump en condiciones de competitividad electoral frente a su adversario. Por su parte, el mandatario mexicano tendrá en su reunión con Donald Trump su primer viaje al exterior desde que asumió la presidencia, pues hasta ahora había sido renuente a salir del país, empleando siempre los servicios del canciller Marcelo Ebrard para representar a México en los encuentros y foros internacionales. Por tales razones ante la pregunta que no pocos han formulado “¿Cuál es la urgencia de salir a Washington?”, muchos más han contestado: “la necesidad de dar apoyo electoral al colega norteamericano”.
Una vez más ha sido objeto de polémica la relación entre el gobernador de Chihuahua, Javier Corral, y la alcaldesa capitalina, María Eugenia Campos. Durante la semana que termina se difundieron en medios de comunicación mensajes de reclamo y respuesta, respectivamente, emitidos por el mandatario y la presidenta. Corral reveló su malestar respecto al grupo político de Campos debido al activismo desplegado por éste para frustrar la iniciativa de reforma electoral que hace unos días le fue rechazada al ejecutivo por votación de la mayoría de los diputados -incluidos algunos legisladores panistas- del Congreso del Estado.
El primero de ellos volvió a colocar en la agenda mediática el multicitado tema de las diferencias existentes entre los grupos políticos que ambos encabezan, mientras que la segunda respondió en un tono diplomático -y subordinado- política e institucionalmente correcto, dando muestra a aquél de un oficio político que, se
supone, a estas alturas debería dominar muy bien el titular del Poder Ejecutivo del Estado. Además, en su respuesta, el sutil mensaje dado entre líneas por parte de Campos a Corral fue en el sentido de que deje a un lado los rencores partidistas y dedique su atención al beneficio de los chihuahuenses. Lo dicho por uno y otra fue lo siguiente:
El gobernador reclamó: “Dijeron cosas inexactas, indebidas, incluso trataron de engañar a la militancia del partido, diciendo que yo lo que quería es quitarle el derecho a los militantes del PAN de elegir a sus militantes”.
La presidenta municipal respondió: “El gobierno estatal siempre ha contado y continuará contando con el gobierno municipal y de su servidora en todo lo que se refiere a las acciones de gobierno con la atención a las necedades de los chihuahuenses, estar cercanos, escucharlos y darle resultados, sumando esfuerzos y multiplicando acciones y el señor gobernador tiene todo mi respeto y cariño. El bien común es el bien del municipio y del Estado y esa debe de ser nuestra prioridad”.
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