La columna
POR CARLOS JARAMILLO VELA
· Loera, el privilegiado; Pérez Cuéllar, en la antesala de una ruptura con AMLO.
Como se veía desde tiempo atrás, el candidato de MORENA a la gubernatura de Chihuahua difícilmente sería Cruz Pérez Cuéllar. La decisión, que finalmente se tomó en Palacio Nacional, aunque no lo diga así expresamente la convocatoria morenista pero sí se advierte de manera implícita en dicho documento, incomodó al ex dirigente estatal del PAN, cuyo cargo actual es la senaduría obtenida al cobijo del partido y la figura del Presidente Andrés Manuel López Obrador. En realidad, Cruz Pérez Cuéllar nunca fue “el bueno”, desde el punto de vista de la cúpula morenista, es decir, bajo la opinión personal de López Obrador, para quedarse con la ansiada candidatura.
Desde su arribo al senado, Pérez Cuéllar empezó a desplegar con bastante éxito una intensa campaña mediática y publicitaria de auto promoción con la cual logró posicionar en modo relevante su imagen personal en la entidad, llegando a situarse por encima de los demás aspirantes morenistas, sin embargo, al parecer no formaba parte de los planes político-electorales del presidente porque posiblemente éste nunca lo consideró como un actor del todo leal e incondicional, quizá debido a sus orígenes y antecedentes. En cambio, Juan Carlos Loera, ahora ex delegado en Chihuahua de Programas Sociales del Gobierno Federal, sí forma parte de los personajes a quienes López Obrador ve como “de los suyos”, en virtud de su acompañamiento desde tiempo atrás en las lides políticas del ahora presidente, así como de su incondicional lealtad para ceñirse con obediencia ciega a sus directrices y designios.
Rafael Espino, quien igual que Loera y Pérez Cuéllar aspiraba a la candidatura, también era un hombre cercano a López, e incluso con un perfil académico, político y profesional superior a los de Pérez y Loera, pero pese a su notorio despliegue político y su reconocida capacidad intelectual no logró convencer AMLO, quien en verdad es el líder moral y principal operador del morenismo. Tal vez el pecado de Espino, como el de Víctor Quintana Silveyra –también aspirante-, fue el de discrepar abiertamente de las posturas de López Obrador. Espino reconoció en forma pública su disenso respecto al presidente, pues sin ambages, – y en clara alusión al estilo de hacer política del presidente- manifestó su oposición a que “se divida a México”, y de igual manera externó su crítica a MORENA por “no estar a la altura de las circunstancias” del país. Por su parte, Quintana se insertó en la administración del gobernador de Chihuahua, Javier Corral -hoy fuertemente confrontado con AMLO-, asumiendo la Secretaría de Desarrollo Social, al frente de la cual permaneció durante cuatro años. Dado el carácter taxativo del presidente López Obrador, es posible que éste haya catalogado como traición las posturas y acciones de Espino y Quintana.
El resultado del proceso de designación de candidato, que terminó con la entrega de la candidatura morenista a Loera, causó desagrado a Pérez, quien en redes
sociales y en medios de comunicación impresa ha expresado su deseo de impugnar la supuesta encuesta interna que el partido realizó para determinar al candidato, a la que calificó de “cuchareada”. Sin duda, hay múltiples lecturas políticas que se derivan del desenlace del proceso interno efectuado por MORENA. Una de ellas es la posición de privilegio que permitió al ahora candidato Juan Carlos Loera obtener la disputada nominación. La otra apunta al posible inicio de una seria ruptura de Cruz Pérez Cuéllar con respecto a MORENA, y con su líder moral y principal operador, el presidente López Obrador.