La columna
POR CARLOS JARAMILLO VELA
· El uso del poder en modo unipersonal y a ultranza, por AMLO: una amenaza.
· Tercera guerra mundial: no habría vencedor y el mundo sería el vencido.
México se encuentra hoy ante la mirada del mundo. Esto en virtud del proceso electoral en marcha, cuya culminación en junio de 2024 marcará el rumbo de nuestra nación durante los siguientes años. De no ser por las atípicas condiciones políticas imperantes hoy en nuestro país, la elección presidencial del año entrante no despertaría la atención que ahora genera. El modo en que ha sido ejercido el poder por el actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, ha resultado controversial, ya que ha antepuesto en todo momento sus intereses político-ideológicos situándolos por encima del interés superior de la nación y sus instituciones. La ética política, la prudencia e incluso el respeto a la ley, han sido una y otra vez premeditadamente soslayados por el mandatario, quién con su conducta ha demostrado que para él el fin justifica los medios.
Controversial ha sido el desempeño de Andrés Manuel López Obrador, pues contra el sentido común, la diplomacia y la razón, e incluso transgrediendo las normas jurídicas nacionales e internacionales, se ha confrontado con Estados Unidos, así como con naciones europeas y empresas nacionales y extranjeras. Las decisiones tomadas por López Obrador, así como sus declaraciones y posturas asumidas frente a las situaciones que se han ido presentando durante su ejercicio de gobierno, son hechos consumados que constituyen hoy la evidencia del talante que conforma la personalidad de este polémico actor político.
Rebelde e insubordinado como ha sido y es, seguirá siéndolo Andrés Manuel López Obrador, sin atender a consideraciones éticas o legales, pues ha dado sobradas muestras de tener una finalidad unipersonal en elejercicio del poder, así como de su indeclinable determinación para ir a ultranza en pos de sus objetivos personales. Estas dos características de AMLO son precisamente lo que resulta grave y preocupante, pues cuando la ambición personal de un jefe de Estado no admite límites, se convierte en una amenaza para la democracia, las instituciones y el Estado de derecho.
La reciente guerra desatada entre Israel y Palestina a causa de los ataques de la organización terrorista Hamás contra la primera de estas naciones, ha vuelto a poner en alerta a la comunidad internacional. Es pertinente recordar que el conflicto bélico ruso-ucraniano iniciado hace más de un año constituyó una señal preocupante de lo que podría ser una tercera conflagración armada a nivel mundial. El despliegue militar del ejército israelí contra Palestina y el grupo terrorista Hamás revivió las especulaciones sobre la posibilidad de una repudiable tercera guerra mundial. Los intereses políticos alineados con uno y otro de los bandos en conflicto, tanto en la confrontación ruso-ucraniana como en el ataque israelí hacia el territorio palestino constituyen el factor que podría detonar un enfrentamiento entre los dos bloques político-ideológicos dominantes en el mundo.
En términos generales puede decirse que el mundo se halla dividido en dos segmentos, uno de ellos es el régimen democrático liberal liderado principalmente por Estados Unidos, Inglaterra y los países europeos, y el otro, el sistema autoritario dictatorial cuyos exponentes más poderosos son Rusia y China. Estos son los dos grandes segmentos bajo los cuales se agrupan hoy las naciones del mundo. Aunque en teoría las condiciones generadas por los conflictos ruso-ucraniano e israelí-palestino son la antesala para una tercera guerra mundial, por fortuna, en los hechos esto prácticamente se percibe como inviable.
Las potencias que encabezan ambos bloques y el mundo entero saben que un enfrentamiento global entre todas las naciones sería devastador para la humanidad. No es difícil llegar a esta conclusión, pues una nueva guerra mundial sería catastrófica, ya que el poderío militar alcanzado mediante la actual tecnología provocaría de manera casi inmediata numerosas pérdidas humanas, así como la devastación de la infaestructura de todas las naciones. De darse una conflagración mundial entre las potencias y sus aliados, no habría vencedor y todos los países resultarían vencidos.